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La samba o el samba carioca

¿Cómo se dice: la samba o el samba? Referida a la 'música o danza brasileñas' podemos encontrarnos samba tanto en género masculino como femenino.
En el Diccionario de la Real Academia (DRAE) se recoge como femenino desde la primera inclusión de la palabra, en la edición Manual de 1985; pero la misma Academia, en su Diccionario Panhispánico de Dudas, reconoce que en algunos países de América se usa normalmente en masculino, como en portugués, de donde procede el término.

La palabra samba se introdujo en español en los años veinte, poco después de aparecer este tipo de música en Río de Janeiro. La primera aparición en el CORDE (ya como femenino) es de 1928, en Guatemala:
Antes escribí contra las fiestas infantiles donde se baila desde la samba negra hasta el tango argentino (Miguel Ángel Asturias, Palpitaciones y silencio [París 1924-1933. Periodismo y creación literaria], Guatemala, 1928)
A favor de que se tomara en género femenino contribuyó su terminación en –a y que entrara en correlación con los nombres femeninos de otras músicas, danzas o bailes: salsa, rumba, cumbia, jota, etc. Este femenino parece suponer un sustantivo omitido del tipo danza o música.
En Hispanoamérica, samba se usa invariablemente como femenino en los países más alejados de la influencia brasileña: México, Puerto Rico, Estados Unidos, Centroamérica, Colombia, Venezuela, Ecuador o Perú:
Carlos Fuentes, La región más transparente, México, 1958
Paulo Antonio Paranaguá, Arturo Ripstein, México, 1997
En la prensa mexicana recogida por el CREA: Excélsior (2000) y Proceso (1997)
Guillermo Cotto-Thorner, Trópico en Manhattan, Puerto Rico, 1951
El Tiempo, “Los franceses decubren a colón”, Colombia, 7-1-1988)
Sol de Margarita, “Y sonó la samba”, Venezuela, (19-6-2013)
Elsalvador.com, “En El Salvador no se baila samba”, El Salvador (30-4-2009)
La Hora Nacional, “Una forma de vida”, Ecuador (15-6-2013)
En España, desde que empezó a aparecer habitualmente la palabra, a mediados del siglo XX, siempre se ha utilizado como femenino, la samba, tanto a nivel popular como por parte de los escritores: Fernando Chueca-Goitia (El semblante de Madrid, 1951), Rafael Sánchez Ferlosio (El Jarama, 1956), Miguel Delibes (Diario de un emigrante, 1958). Esto no ha impedido que Torrente Ballester, en su obra Filomeno, a mi pesar, empleó samba como masculino:
Empezó a sonar un samba. […] Bailaba el samba con esa sensualidad que sale de la tierra […] la que bailaba el samba para mí,… (G. Torrente Ballester, Filomeno, a mi pesar. Memorias de un señorito descolocado, España, 1988)
En Argentina y Uruguay, países limítrofes con Brasil, y en Cuba, samba suele presentarse como sustantivo masculino. Es posible que en un principio se tomara la palabra con el masculino etimológico, como en portugués, y después se asentara como un recurso de desambiguación. El masculino, el samba, permite diferenciar la danza brasileña de otra danza, propia de Argentina, llamada la zamba, pronunciada /la samba/, por seseo. En Argentina, ha tenido más peso este recurso de desambiguación que la tendencia analógica a agrupar como femeninos a todos los sustantivos en –a referidos a danzas.
En Uruguay y Cuba también se mantiene el masculino etimológico, aunque no parece deberse al recurso de la desambiguación con la zamba, danza ajena a su cultura. En Uruguay puede influir su posición geográfica y las estrechas relaciones con Argentina; y en Cuba su relativo aislamiento cultural, derivado de la situación política en la que vive.
El samba y el choro, en el mes brasileño (Lanación.com, Argentina, 25-9-2007)
El samba, expresión folklórica de fecha aún reciente —los entendidos la fijan en 1917— es la crónica diaria de la vida carioca. (Revista Primera Plana, Argentina, 4-1-1966; visto 16-5-2013)
João Gilberto susurraba el samba de una nota só, en el Carnegie Hall… (Eduardo Galeano, El futbol. A sol y sombra, Uruguay, 1995)
En Argentina, junto al uso mayoritario de el samba, no es raro encontrar la forma femenina, la samba, en algunos medios de comunicación:
Un enorme incendio destruye la ciudad de la samba en Rio de Janeiro (Edición UNCUYO 7-2-2011, Universidad Nacional de Cuyo)
Boca se prepara al ritmo de la samba brasileña (La Razón 15-7-2011)
En Paraguay y Chile frecuentemente aparece el masculino el samba, que fue la forma general hasta hace pocos años. Actualmente predomina el femenino la samba, impulsado, desde la inclusión de la palabra en el DRAE (1985 M, 1992 U), por la norma académica, y sin el obstáculo del posible homófono la zamba, ‘danza argentina’, que no aparece en su habla cotidiana.
El samba está triste con la muerte de Caymmi (abc.com.py, Paraguay, 17-8-2008)
Cada escuela desfilará […] al frenético ritmo de la samba (Paraguay.com, Paraguay, 13-2-2013)
En medio del samba institucional, [...] Deportes La Serena tendrá que apurar no sólo sus trabajos en la parte física, sino que también en lo táctico y futbolístico (diarioeldia.cl; Chile, 20-6-2013)
Un grupo de trasnochadores baila, salta y canta al son de una samba. (Julio López Navarro, Clásicos del cine, Chile, 1996)

Otras acepciones de la palabra samba, no recogidas en el DRAE, en masculino o femenino, según el sustantivo omitido que debería acompañarla son:
La samba es una madera blanda, suave y económica, lo cual la hace de ella una especie ideal para fabricar listoncillos y molduritas de pequeña sección.
En medicina, la samba es la pérdida de control motor que suele preceder al síncope durante una apnea demasiado prolongada.
En informática, el samba es un sistema informático de redes de código abierto.
El Samba fue un automóvil turismo fabricado por Talbot en los años 80.

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Diferencias entre "conque", "con que", "con qué" y "conqué"

Es frecuente la confusión ortográfica entre estas formas: ¿Se escribe junto o separado?, ¿con acento o sin acento?. Para saber cuál debe utilizarse en cada caso hay que tener claro lo que expresa cada una de ellas. En un mismo enunciado pueden concurrir más de una: “¿Conque no sabes con qué aceite freír las patatas con que vas a servir la carne?”
Veamos las diferencias y sus usos. CONQUE: una palabra átona.
Es una conjunción ilativa (o consecutiva) que introduce una conclusión en vista de lo expresado anteriormente. Puede sustituirse por “así que, de modo que, por tanto, por consiguiente”:
“Yo soy el único de esta casa a quien ella tiene que pedir permiso, y el que se lo concede... conque ¡métete en tu cuarto y no aúlles más!” (Carmen Laforet, Nada, 1945)
“Estoy esperando a que todo esté más sereno para hablar yo con papá, conque no conviene que se enfaden también conmigo ahora.” (C. Martín Gaite, Entre visillos, 1958)
A menudo, introduce una pregunta que busca la confirmación de lo ya sabido o expresado anteriormente. Se trata de una pregunta retórica que suele implicar una censura o reproche al interlocutor:
“-No quiere usted dejarme ser yo, salir de la niebla, vivir, vivir, vivir, verme, oírme, tocarme, sentirme, dolerme, serme: ¿conque no lo quiere? ¿conque he de morir ente de ficción?” (M. Unamuno, Niebla, 1914)
“Después de la cuenta de las ovejas, si es que faltaban, el caporal se ponía a regañar criando cólera: ‘Conque el rayo, conque la helada, conque el zorro, ¿no? Sabidazo, ladronazo, te las comes y todavía mientes.’” (Ciro Alegría, El mundo es ancho y ajeno, 1941)
Menos frecuentemente, la pregunta o exclamación que introduce conque expresa pura sorpresa:
“Y exclamó, entusiasmada la joven: "¡Ya Alah! ¡oh mi señor! ¿conque eres tú el hermoso Sonrisa-de-Luna, sobrino de Saleh e hijo de la reina Flor-de-Granada?" (V. Blasco Ibáñez, Traducción de Las mil y una noches, 1916)
En el lenguaje coloquial, puede ser un simple apoyo a la frase que introduce:
“-¡Cómo! ¿Y quién le ha dicho semejante cosa? -Tu madre, esta mañana. Y conque por lo visto al Manolo no le hace gracia que sirvas en las mesas.” (R. Sánchez Ferlosio, El Jarama, 1956)
CONQUE: una palabra con acentuación llana.
Es un sustantivo coloquial o familiar, con plural conques, que significa ‘condición con que se hace o se promete algo’ o ‘ quid, esencia, punto más importante’ [no incluido en DRAE]
“…testó él que era el dueño de todo a favor de su esposa, con el conque de que si ella moría su herencia pasaba a los paisanos.” (Miguel Ángel Asturias, El Papa Verde, 1954)
“…todo el toreo se encarrila a preparar al toro pa la muerte, pa matarlo a ley, y aquí está el conque de lo que digo...” (A. Díaz-Cañabate, Paseíllo por el planeta de los toros, 1970)
Al parecer, en Colombia, significa ‘acompañamiento’ de una comida:
“['conque'] designa acompañamiento en nuestra tierra [Colombia], como cuando el amigo Lugo decía en Tocaima, hace cinco años, que el conque del chocolate son el bizcocho y los patacones [rodajas de plátano frito] de Neiva.” (Marco Fidel Suárez, Sueños de Luciano Pulgar, III, Colombia, 1923)

CON QUE: secuencia átona de la preposición con y el relativo que.
Se reconoce porque se puede introducir un artículo entre las dos palabras (con el que, con la que, con los que, con las que) y sustituir el relativo que por otros como “el cual, la cual, los cuales, las cuales”.
“Su falta de retórica, la pulcritud con que se ceñía a lo concreto, […] inspiraban una confianza casi irresistible.” (Lorenzo Silva, El alquimista impaciente, España, 2000)
“Desde el martes no habían dejado […] de oírse las explosiones con que los republicanos -volando puentes, cortando comunicaciones- trataban de protegerse la retirada…” (Javier Cercas, Soldados de Salamina, 2001)

CON QUE: secuencia átona de la preposición con y la conjunción que.
Introduce oraciones subordinadas sustantivas y no permite intercalar el artículo entre las dos palabras.
Muy frecuentemente forma una locución conjuntiva condicional, equivalente a “con tal de que”. En este caso, la subordinada puede transformarse en una construcción de infinitivo.
“…con que dejara de fumar, se despreocupara un poco de las cosas y se tomara unas vacaciones de verdad, recuperaría la normalidad y eludiría cualquier peligro de recidiva.” (Gregorio Salvador, El eje del compás, 2002) [= Con dejar de fumar...; =Con tal de que dejara de fumar...]
“Usted no se mueva, con que haga lo que le digo me basta.” (Luis Mateo Díez, El oscurecer, 2002) [=Con tal de que haga...; con hacer lo que le digo, me basta]
También aparece esta secuencia cuando la subordinada sustantiva es un suplemento o complemento de régimen exigido por el verbo. En este caso, puede sustituirse por “con + pronombre tónico” (por ej.: “algo”, “eso”).
“Me dormí y me desperté muy tarde, y me encontré con que la monja y Catalina se habían marchado” (Pío Baroja, Zalacaín el aventurero, 1909) [=me encontré con eso]
“¡Y ahora sale con que su señora mamá es muy rica!” (B. Pérez Galdós, Napoleón en Chamartín, 1874) [=Sale con eso]

CON QUÉ: secuencia tónica de la preposición con y el pronombre interrogativo o exclamativo qué.
El pronombre puede estar agrupado o no con un sustantivo.
Las interrogativas pueden aparecer en estilo directo o indirecto y las exclamaciones no tienen que estar necesariamente marcadas con signos de puntuación:
“Y, además, que me rompes el traje y ¿con qué vuelvo a la fiesta?” (Juan García Hortelano, El gran momento de Mary Tribune, 1972)
“No sé con qué motivo se celebraba allí en ese instante un acto presidido por don Miguel Cruchaga Tocornal. (Pablo Neruda, Confieso que he vivido, 1973)”
“Cuando se murió, la llevaron a enterrar, ¡y con qué poco cortejo!, a un pequeñísimo cementerio solitario,” (Mª Teresa León, Memoria de la melancolía, 1970).
“Igual que aquella vez, siendo pequeñísima, había casi llorado a media noche por no ver la cara de mi madre ante la visión diabólica del "Fausto" –con qué ternura entonces, [...] Con qué terror ahora.” (Rosa Chacel, Desde el amanecer. Autobiografía de mis primeros diez años, 1972)

CONQUÉ: una palabra con acentuación aguda.
Es una forma no habitual. Según el DRAE, es un sustantivo que en El Salvador, significa ‘comida con la que se acompañan las tortillas de maíz’; sentido que puede relacionarse con el conque de Colombia, mencionado más arriba.
En el CORDE, junto con formas erróneas, encontramos ejemplos de conqué con otros sentidos:
“Y les contó él cómo la había hallao y que la tenía allí con el conqué de ser su esposa. Y ellos le dijeron que no, que no se podía casar con ella.” (Anónimo, Cuentos populares españoles, CSIC, 1946)
“Mucha plata y mucho conqué. Narcisa sirve, hecha un primor.” (Tomás Carrasquilla, La marquesa de Yolombó, 1928)
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Diferencias entre "sino" y "si no"

¿Cómo se escribe: sino o si no, junto o separado? ¿Cómo saber cuándo se utiliza sino o si no? ¿Sino o sinó, con acento en la o? Es muy frecuente que se nos planteen estas dudas a la hora de escribir esas cuatro letras. Incluso podemos malinterpretar lo que nos quieren decir cuando leemos o escuchamos esas palabras.
Vamos a tratar de explicar las diferencias y usos de estas formas.

SINO:

Puede ser una conjunción adversativa o con un sustantivo.

Sino, conjunción adversativa, introduce una afirmación contrapuesta a algo negado previamente, por lo exige que el sintagma u oración anterior implique una negación. Si la afirmación que encabeza es una oración con verbo explícito en forma personal, suele ir seguida de que y formar la locución sino que.
Siempre va precedida de una pausa en la entonación, que en la escritura se marca con una coma, y nunca se hace pausa tras pronunciarla, ya que su pronunciación átona necesita apoyarse en el enunciado que le sigue. Se trata de una sola palabra, por lo que no se puede intercalar ningún otro elemento entre ‘si’ y ‘no’.

La conjunción sino sirve para expresar varios matices:
a) Introducir una afirmación opuesta absolutamente a la negación anterior. Podría forzarse su sustitución por “pero sí”:
“No he sido yo, sino mi hermano quien consiguió el empleo” (...pero sí mi hermano...)
“El conductor no mantenía una velocidad uniforme, sino que iba acelerando y frenando caprichosamente”. (...pero sí iba acelerando...)
(Son raros los casos de omisión de ‘que’ en las oraciones con verbo explícito) "El tiempo no existe, sino es la conciencia del pasado" (Pedro Salinas, Ensayos de literatura hispánica, 1924-51)
b) En correlación con no sólo o no solamente, sino introduce una adición a lo anterior y suele ir acompañada del adverbio también. En oraciones con verbo explícito, lo habitual es emplear sino que:
“Juan no solo es muy trabajador, sino [también] buen padre y esposo”
“Juan no solo es muy trabajador, sino que [también] dedica mucho tiempo a su familia”
“No solo no me molesta, sino que me siento más cómodo”
c) Sino puede introducir también una excepción a lo negado anteriormente y sustituirse por “otra cosa que”, “más que” o “excepto”. La correlación “no … sino…” equivale a 'sólo, solamente':
“No te pido sino que me escuches” (No te pido más [otra cosa más] que me escuches; Solamente te pido que me escuches)
“Nadie lo ha visto sino María” (Nadie lo ha visto, excepto María, Solamente lo ha visto María; Nadie lo ha visto, más que María.)
“Mis recuerdos no prueban nada, sino que soy muy viejo” (Mis recuerdos no prueban nada excepto que soy muy viejo. Mis recuerdos solo prueban que soy muy viejo)

En dos casos excepcionales, no se necesita una oración negativa anterior:
d) Cuando, en preguntas retóricas, sigue a un pronombre o adverbio interrogativo e introduce el elemento que supone la respuesta evidente de la pregunta. Podría sustituirse por excepto:
¿Quién, sino usted, es ese J. B. que escribe en el periódico tantas sandeces?" (G. Torrente Ballester, La saga/fuga de J. B., 1972)
“¿pues por quién, sino por tí, por qué sino por tu amor, me complazco en recordar a América?” (Eugenio María de Hostos, La peregrinación de Bayoán, 1863)
“Innumerables topos toda la vida cerrados los ojos vivían a oscuras y en la muerte los abrían; ¿para qué sino para ver su muerte y pasada ceguedad sin remedio?” (Cosme Gómez de Tejada, León prodigioso, 1636
¿A dónde sino allí podían llevarle aquellos Caifases? (B.Pérez Galdós, Los duendes de la Camarilla, 1903)
“Y, ¿cómo, sino engañado, podía yo entrar en semejante sitio?” ((B.Pérez Galdós, Rosalía, 1872)
En este mismo tipo de preguntas, cuando aparece el verbo ser o hay elipsis del elemento oracional que supone la respuesta, se emplea la forma si no:
“¿A dónde si no es a su casa podían llevarle?
“¿A dónde, si no, podían llevarle?
e) Con sentido restrictivo (equivalente a 'pero') a veces se usa sino que:
"Él es bueno, sino que a veces los hombres más buenos tienen que hacer cosas que parecen malos (C. Arniches, Es mi hombre, 1921).
“Me ratifico en que soy mujer de bien, incapaz de dar escándalos, sino que a veces no puede una...”(Mesonero Romanos, Escenas Matritenses, 1836)

Sino, sustantivo, significa ‘hado’, ‘destino’. Tiene el mismo origen etimológico que signo y seña: el signum latino. Se reconoce, porque suele ir acompañado de un determinante (artículo, demostrativo, posesivo...) y a menudo de un adjetivo u otros sintagmas. Fonéticamente, es una palabra tónica, cuyo acento de intensidad recae sobre la primera sílaba: /síno/:
“¡No renueves mi sino enlutado!” (R. Valle-Inclán, Cara de plata, 1923)
“Quizá mi sino era morir así, en el mar, de héroe...” (Pío Baroja, Las inquietudes de Shanti Andía, 1911)

SI NO:

Se trata de la conjunción si y el adverbio no. 

Esta forma se reconoce al pronunciarla porque el acento de intensidad recae sobre la palabra no, /si nó/ y, a veces, existe una pausa tras el no. Puesto que se trata de dos palabras diferenciadas, en la mayoría de los casos, pueden intercalarse, entre la conjunción y el adverbio, otros elementos oracionales.

La conjunción si puede tener diferentes valores:

a) Condicional. Si no aparece en las oraciones condicionales subordinadas (prótasis) que expresan una condición negativa para que se cumpla lo expresado en la apódosis u oración principal. Cuando están al principio de la oración condicional (lo más frecuente) no puede confundirse con la conjunción adversativa sino ya que esta exigiría una negación anterior. Si aparece una negación antes de sino o si no, tendremos que probar a sustituir estas formas por “en caso de que no…” (= si no) o por “pero sí” (=sino):
Si no desean otra cosa, me marcho”.
“No encontrarás novia, si no eres más simpático” (=’en caso de que no seas más simpático’)
“No encontrarás clientes, sino acreedores” (=’pero sí acreedores)
El problema suele aparecer cuando esta construcción condicional negativa se presenta sin verbo explícito o con un sintagma residual de la oración:
“Tiene dinero, si no de sobra, sí suficiente para los gastos necesarios.” (si no [tiene dinero] de sobra)
“La crisis es muy profunda; que se lo pregunten, si no, a los millones de parados.” (si no [me creen], si no [lo han pensado antes]…)
“Salió pronto de la ciudad, porque si no, se encontraría con la carretera atascada.” (si no [salía pronto])
“Estos alumnos son muy estudiosos, si no todos, la mayoría” (si todos no [son estudiosos], la mayoría [sí])
b) En contextos interrogativos retóricos, cuando aparece el verbo explícito o hay elipsis del elemento oracional que supone la respuesta, se emplea la forma si no. Si se omite el verbo y aparece un sintagma nominal o adverbial que da respuesta a la pregunta, se emplea sino:
“¿Dónde, si no es en su casa, va a estar por la noche?
“¿Dónde, si no, va a estar por la noche?
¿Dónde sino en su casa va a estar por la noche?
c) Puede introducir oraciones interrogativas indirectas:
“Les pregunté si no iban a venir con nosotros de vacaciones”
“Estaba preocupado por si no llegaba a tiempo”
“No sé si no es mejor callarse que hablar de más”
d) Puede encabezar oraciones independientes con valor enfático:
“No sé por qué se ha enfadado. ¡Si no he dicho nada ofensivo!”
e) También puede tener un valor concesivo:
“El muchacho era, si no feo, bastante desgarbado” (‘aunque no era feo’)
La prueba de que, en los ejemplos anterires, se trata de dos palabras es que podríamos haber dicho: “si [ustedes] no desean otra cosa...”, “pregunté si [sus padres] no iban a venir”, “no sé si [para hablar de más] no es mejor callarse”, “si [yo] no he dicho nada ofensivo”. Con el valor concesivo, vemos que si no son dos palabras porque equivalen a aunque no.

SINÓ:

En castellano, no existe la forma sinó (con acento). No obstante, a veces se encuentra por influencia del catalán y del gallego, idiomas en los que la adversativa equivalente a sino (que en castellano es átona) tiene acentuación aguda: sinó, en catalán y senón en gallego.

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El políglota autodidacta

Políglota y autodidacta son adjetivos que se usan muy frecuentemente como sustantivos. Aunque etimológicamente proceden del griego, han llegado a la lengua española a través del francés; esto explica que, en general, se usen con una sola terminación en -a, (autodidacta y políglota) común para el masculino y el femenino.
Autodidacta significa ‘aprendizaje por sí mismo’ y se refiere a la persona que se instruye sin ayuda de ningún maestro y a todo lo relacionado con ella.
Políglota significa, referido a un texto, ‘escrito en varias lenguas’ y, referido a una persona, ‘que conoce y domina varias lenguas’
Originariamente eran adjetivos de dos terminaciones, de acuerdo con su etimología griega, y aún es posible utilizarlos de esta forma. El masculino de autodidacta es autodidacto o autodidacta. El masculino de políglota es polígloto o políglota (con acentuación llana o esdrújula).

El Diccionario de la Academia considera preferible usar estas palabras con dos terminaciones, pero en el Diccionario Panhispánico de Dudas se reconoce que lo normal es usar las formas en -a también para el masculino.,Algunos lingüistas, como Manuel Seco, critican los masculinos políglota y autodidacta y recomiendan autodidacto y polígloto, al menos en la lengua más culta y cuidada.
El uso de las formas acabadas en -ta para el masculino puede deberse tanto a una ultracorrección que sigue los modelos de otros helenismos en -ta, considerados tradicionalmente masculinos (poeta, atleta, asceta...) como al hecho de que los usos sustantivados se hayan tomado de las formas francesas autodidacte y polyglotte. En francés se han transcrito habitualmente las desinencias griegas -os, -a, -e, -as, es con una -e final, que también es la terminación de femenino en esa lengua; esto facilita el que numerosos galicismos procedentes de palabras con -e final, en español tengan una -a final, aunque no responda a la etimología original. Ejemplos de sustantivos de género común con -a final, por estar tomados del francés, son estratega (del fr. strategue, gr. στρατηγς), hermafrodita (fr. hermaphrodite, gr. Ηρμαφρδιτος), acróbata (fr. acrobate, del gr. κρβατος)

Autodidacta es la forma más habitual del masculino, aunque no es raro encontrar autodidacto, como adjetivo o sustantivo. En el CREA de la Real Academia Española encontramos 31 casos de autodidacto, frente a los aproximadamente 150 masculinos de autodidacta (278 casos, sumando masculinos y femeninos).

En el caso de políglota, la forma terminada en -o prácticamente dejó de usarse desde la primera mitad del siglo XX, y sólo hemos encontrado, en el CREA, tres ejemplos aislados de polígloto, en España, Chile y México.
Creemos que la generalizada pronunciación esdrújula de políglota refuerza la percepción de que se trata de un cultismo, lo que, unido a un mayoritario uso como sustantivo, ha favorecido la ultracorrección y se ha generalizado la forma con -a final. En cambio, la pronunciación llana de autodidacta y un frecuente uso como adjetivo contribuyen a conservar el uso de la forma autodidacto.
La influencia de la acentuación en la preferencia por la forma en -ta o en -to se refleja en el hecho de que existan más ejemplos de la forma poligloto (llana) que de polígloto (esdrújula).

En consonancia con el modelo de autodidacta y políglota, algunos hablantes del español de América, utilizan analfabeta como forma de masculino:
“La elite es alfabeta, el campesino analfabeta y el indígena folk prealfabeta.” (Gonzalo Aguirre, Antropología médica, México, 1986)
No es un fenómeno generalizado. Por otra parte, la existencia del sustantivo alfabeto, un masculino indiscutible, junto con la condena de la Academia, contribuye a frenar el proceso y mantener la oposición analfabeto / analfabeta.

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Halla, haya o aya

Es frecuente la confusión ortográfica entre haya, halla y aya, porque la mayoría de los hispanohablantes las pronuncian /áya/ y las convierten así en palabras homófonas, porque la h- es muda (salvo en algunos lugares donde se conserva su aspiración) y está muy extendida la pronunciación yeísta, que anula la distinción entre los fonemas /y/ y /ll/.
Veamos las diferencias y usos de las tres formas.

HALLA:

Es la tercera persona del singular del presente de indicativo del verbo hallar. Significa ‘encontrar’, ‘descubrir’, ‘ver, observar’, ‘entender tras una reflexión’, ‘estar (presente o en cierto estado)’.
Podemos asegurarnos de que debe escribirse halla, si:
a.- Puede sustituirse por la forma sinónima [se] encuentra, pero nunca por [se] encuentre.
b.- Las formas resultantes de cambiar persona, tiempo o modo verbal, siguen teniendo el lexema hall- y pertenecen al verbo hallar: yo hallo, nosotros hallamos, tú hallabas, ellos hallaron...
“El que guarda, halla” (El que guarda, encuentra. Vosotros guardáis y halláis, o encontráis).
“La cuestión planteada se halla resuelta en nuestra Ley.” (Se encuentra resuelta, está resuelta).
“El hombre se halla en medio de la plaza” (Se encuentra, está presente. Nosotros nos hallamos en medio de la plaza).
“Tras dos semanas de navegación, Elcano halla una isla” (Encuentra o descubre. Elcano halló una isla).
HAYA:

En esta forma ortográfica coinciden dos formas verbales, dos sustantivos comunes y un topónimo:

1- Forma de presente de subjuntivo del verbo haber, para la 1ª y 3ª persona del singular. Su etimología es habĕam o habĕat y, en estos casos, nunca es sinónimo de [se] encuentra (del verbo encontrar [se]).
Puede ser el verbo principal en presente o el auxiliar en el pretérito perfecto de subjuntivo y en perífrasis verbales.
“No puedes alejarte de donde haya gente”. “Por muchos cambios que haya, esto no se moverá”. (Principal en pres. subj.)
“Esperemos que Luis haya encontrado trabajo”. “Cuando lleguemos, tal vez, haya muerto”. (Auxiliar de p.p. subjuntivo)
“Se habla con quien haya que hablar”; “No se trata de que el lexicógrafo haya de ignorar o desestimar la etimología”. (Auxiliar en perífrasis)
2- Sustantivo común femenino que nombra un tipo de árbol y a su madera. Etimológicamente procede de fagĕa y en su evolución fonética ha perdido la f- inicial y la g se ha palatalizado por influencia de la yod procedente de ĕ (e breve).
“Está escondida bajo el haya frondosa”.
“El mástil debe ser de una madera resistente, como el fresno o el haya”.
3- Según el DRAE, también corresponde a un antiguo sustantivo femenino, derivado del subjuntivo del verbo haber, que significa ‘donativo que en las escuelas de baile español hacían los discípulos a sus maestros’.

4- Topónimo: La Haya, forma castellana de la ciudad holandesa Den Haag. En este caso, se escribe siempre con mayúscula y, como excepción a la regla general, precedida del artículo La:
“Fueron en coche de Rotterdam a La Haya.”
“España ha aceptado la adhesión de Marruecos al Convenio de La Haya.”

OBSERVACIÓN:
Uno de los casos más frecuentes de confusión entre los verbos haya y halla, es cuando van seguidos de un participio que puede funcionar también como adjetivo y exista un sujeto masculino singular:
“Cuando el dinero se haya depositado en el banco, podrá recibir la compensación”. (Haya es el auxiliar haber en el pretérito perfecto de subjuntivo del verbo depositar. Si cambiamos el sujeto de la pasiva refleja por otro sustantivo femenino, o plural, el participio se mantiene invariable: “Cuando la mercancía se haya depositado...”).
“Cuando el dinero se halla depositado en el banco, lo creemos asegurado”. (Halla es del verbo hallar y puede sustituirse por encuentra, está: “Cuando el dinero está depositado / se encuentra depositado...”. Si el sujeto fuera un sustantivo femenino, o plural, el adjetivo concordaría con él: “Cuando la mercancía se halla depositada en el almacén...”).
AYA:

Es un sustantivo común femenino que se refiere a ‘la mujer encargada de criar y educar a los niños y jóvenes de las familias acomodadas”. Es una palabra sin vitalidad, que solo aparece en novelas de época o textos arcaizantes. Actualmente las mujeres que cuidan a los niños se llaman niñeras o tatas o chachas, (aunque estas dos últimas palabras tienen connotaciones clasistas).
El aya lleva de la mano al niño”.
“A la niña la cuidaba un aya simpática y joven”.
También podemos encontrar así las formas anticuadas del sustantivo haya ‘árbol’ (Dic. Autoridades. 1726); la forma verbal haya (“No me han prestado cosa que aya vuelto.” Quevedo, 1610)

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Puyas y pullas. Ortografía y significado.
Ortografía: definición y utilidad

Accesible y asequible

Accesible y asequible son adjetivos parónimos y de significados cercanos. Esto hace que las dudas y errores de uso sean frecuentes.
La Real Academia Española, en la última edición de su Diccionario de 2001 los define así:
Accesible: (Del lat. accesibĭlis) [Derivado de accedere, que en latín significaba ‘acercarse a’; ir contra, atacar’; ‘entrar, penetrar, meterse en’, ‘añadirse, sumarse, adherirse’]
1. adj. Que tiene acceso.
2. adj. De fácil acceso o trato.
3. adj. De fácil comprensión, inteligible.
Asequible: (Del lat. assĕqui, ‘alcanzar, conseguir, obtener’; ‘comprender, llegar a conocer’).
Que puede conseguirse o alcanzarse.
Podríamos decir que, actualmente, calificamos de accesible o inaccesible aquello que concebimos como algo estático, a lo que se pretende llegar, o entrar, pero sin pretensión de poseer, lograr o vencer, a pesar de que uno de los significados originales de accedere es ‘ir contra, atacar’. En cambio conceptuamos de asequible o inasequible aquello que puede ser conseguido, poseído, vencido o dominado; también de lo que tiene precio.
La recomendada consulta de los diccionarios no siempre es suficiente para aclarar las dudas. María Moliner, consideró que el uso había convertido a accesible y asequible en adjetivos prácticamente sinónimos. Y en el DRAE, asequible remite al concepto de ‘alcanzar’ y accesible al de ‘acceder’; uno de cuyos significados es ‘llegar a alcanzar una situación condición o grado superiores’. La referencia a la comprensión intelectual también tiene matices: podemos considerar que son accesibles las ideas o nociones si podemos acercarnos a su entendimiento, o bien que son asequibles si las podemos alcanzar o lograr entender.
Las confusiones vienen desde antiguo: el Diccionario de Autoridades de 1770 afirmaba erróneamente que accesible “se dice de las cosas que son posibles, o fáciles de lograr”, pero esta acepción no fue incluida en las posteriores ediciones del DRAE.
El adjetivo accesible se aplicaba originalmente a los lugares a los que se puede llegar sin dificultad. Pero ya desde el castellano clásico se aplicó también a las personas a las que se puede llegar sin protocolos y tienen una actitud abierta y cordial. Asimismo, se aplicaba a las ideas, nociones o escritos que podían entenderse, aunque el Diccionario académico no incluyó esta acepción hasta 1992 (sí estaba en el Dic. Histórico de 1933).
Su antónimo, inaccesible, se aplica también a lugares, personas, e ideas, en las mismas circunstancias.

La definición de asequible no ha variado en los Diccionarios de la RAE desde el Autoridades de 1770. Sin embargo, en el Diccionario Panhispánico de Dudas, la Academia reconoce una significación más amplia. Referido a cosas, ‘que se puede conseguir, lograr o alcanzar’, aunque sea de forma inmaterial (un objetivo, un proyecto, un empleo); referido a un precio, ‘moderado, razonable, que se puede pagar’, aunque Lázaro Carreter afirmara en sus Dardos que este adjetivo no debía aplicarse al precio, sino a las cosas cuyo precio fuera barato o moderado; aplicado a un rival deportivo, ‘que se puede derrotar [sin demasiada dificultad]’; aplicado a ideas o escritos, ‘que puede entenderse sin demasiada dificultad’. En el Dicc. Histórico de 1933 se incluye un ejemplo con este sentido: “Era costumbre entre los filósofos exponer sus doctrinas bajo símbolos y frases que no fuesen asequibles a todos” (Alvarado, Cartas, 1813).
Su antónimo, inasequible, se aplica a las cosas que no se pueden comprar por razón de su elevado precio, a las ideas y escritos que no se pueden comprender y a los objetivos que no se pueden alcanzar por su dificultad.

Ninguno de los dos adjetivos había sido incluido en el primer Diccionario de Autoridades de 1726, lo que permitió escribir a Feijóo:
“[El fin de los autores de diccionarios], fixar el lenguage, ni le juzgo útil, ni assequible. No útil, porque es cerrar la puerta a muchas voces, cuyo uso nos puede convenir; no assequible, porque apenas hay escritor de pluma algo suelta, que se proponga contenerla dentro de los términos de el diccionario [...] Luego que en el párrafo immediato escribí la voz assequible, me ocurrió mirar si la trahe el diccionario de nuestra Academia [el de 1726]. No la hay en él. Sin embargo, vi usar de ella a castellanos que escribían y hablaban muy bien: Algunos juzgarán, que possible es equivalente suyo, pero está muy lexos de serlo.”. (Benito Jerónimo Feijoo, Cartas eruditas y curiosas..., 1742)
En algunos ejemplos es evidente la diferencia semántica entre accesible y asequible:
Una asociación de minusválidos reclama “más hoteles accesibles y asequibles”: hoteles sin obstáculos que impidan el acceso con sillas de ruedas y que no sean demasiado caros.
“Las recetas de determinado cocinero no incluyen productos inaccesibles o inasequibles”: se trata de productos que pueden encontrarse fácilmente en las tiendas y no tienen un precio excesivo.
Un deseo: “El aprovisionamiento de agua debe ser accesible físicamente y a un costo asequible”.
Pero en otros muchos casos la diferencia es de matiz o existe confusión.
Para referirse a lugares a los que se puede llegar o acceder se debe emplear accesible, aunque no falten casos en los que se emplee erróneamente asequible.
En referencia a la facilidad o dificultad de trato de las personas, también predomina el uso de accesible / inaccesible, aunque desde finales del siglo XIX aparecen ejemplos con asequible / inasequible, incluso en prestigiosos autores:
“Entiendo que el derviche está lleno de astucia y de doblez, y ha estado conmigo tan asequible y tan afable para engañarme a la postre.” (V. Blasco Ibáñez, Traducción de Las mil y una noches, 1916)
“Es persona amable y muy asequible”. (Pío Baroja, Desde la última vuelta del camino. Memorias, 1944-49)
Este uso, impropio, puede dar lugar a ambigüedades significativas:
“...yo no soy fiero sino inasequible, insobornable e imperturbable.” (R. Gómez de la Serna, Automoribundia, 1946) [inasequible podría ser ‘de trato difícil’, en relación con “fiero”, o ‘inalcanzable con dinero’, “insobornable”].

Lo pretendido o deseado, por la posibilidad de ser conseguido, debe ser calificado de asequible o inasequible:
“Los indios [...] resolvieron bloquearlo [el fuerte] para lograr por este medio el fin que no les era asequible por el de la fuerza”. (Antonio de Ulloa, Viaje al reino del Perú, 1748)
“La inasequible eternidad” (M. Unamuno, Amor y pedagogía, 1902)
“La clasificación perfecta del léxico es un ideal inasequible”. (Julio Casares, Discurso RAE. Nuevo concepto del diccionario de la lengua, 1921)
Cuando hablamos de precios y de compras, debemos usar asequible / inasequible. En general los aplicaremos a cosas que pueden comprarse, pero hay casos en los que no debe censurarse su referencia a personas, si se trata de esclavos o de alguien que puede ser sobornado:
“[Hemos procurado] elegir herramientas poco costosas, cuya adquisición es asequible a todos los bolsillos.” (Ricardo Yesares, Industrias para el aficionado, 1935)
“...sugerimos la posibilidad de "arreglar" las cosas amistosamente. Hubo quien llegó a musitar la palabra "dólar", pero el oficial se mostró inasequible a los sobornos.” (El Mundo, 19-9-1994)
Las ideas, conceptos, nociones o textos que podemos llegar a comprender pueden ser calificados tanto de accesibles / inaccesibles como de asequibles / inasequibles:
“[Dios] es incomprehensible e inacesible al entendimiento”. (San Juan de la Cruz, Llama de amor viva, 1578-84)
“Así fue la conferencia de Dexeus, rigurosa pero accesible, técnica pero abierta, sin arcanos científicos.” (La Vanguardia, 02/12/1995)
“¿Cuál debe ser la Química que debe introducirse en las escuelas, que sea asequible a la inteligencia de los niños?” (Juan Benejam, La escuela práctica, 1904)
“En la corte de san Fernando privaba una poesía gallega, con todo un tecnicismo de escuela, [...] el cual resultaba inasequible a la gente inculta.” (R. Menéndez Pidal, Poesía juglaresca y juglares. Orígenes de las literaturas románicas, 1924-1957)
El empleo de asequible o accesible referido al ‘rival que puede ser derrotado’ surgió hace pocos años. Aunque la Academia considera que esta acepción corresponde a asequible (DPD), la verdad es que se emplean ambos adjetivos como sinónimos: “rival asequible” o “rival accesible”. (La búsqueda en internet de estas secuencias literales ofrece 32.500 resultados para asequible y 38.000 para accesible [marzo 2011]).
Para calificar a una persona que no se deja dominar por emociones u otros estímulos, era tradicional el uso de inaccesible. Actualmente, aunque censurado por los puristas, es mayoritario en estos casos el empleo de inasequible:
“[Guillermo de Nassau era] de un carácter frío y tenaz [...] inaccesible al desaliento...” (Mignet, Antonio Pérez y Felipe II, 1852)
“¿Quién podría resistir la desaprobación de un Rey impecable, fiel a su misión, inaccesible a la lisonja, insobornable?” (El País, 4-9-1977)
“Cierto que nuestro vasco [Pío Baroja] es tan inasequible a la lisonja como al vituperio”. (Ortega y Gasset, El espectador, 1916)
“Enfebrecido por sus convicciones Saint-Simon era inasequible al desaliento.” (S. Giner, Teoría sociológica clásica, 2001)
No es extraño que, la frecuente confusión entre accesible y asequible por su proximidad semántica, junto con el seseo, haya originado una palabra híbrida que los neutraliza: *accequible, pronunciado /aksekíble/, que es frecuente sobre todo en Colombia.

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Nominaciones y nominados

¿Qué significa nominar y nominación? ¿Es correcto decir "nominaciones para los Oscar" y "actor nominado"? ¿O, como dicen los puristas, estas palabras son anglicismos injustificados e innecesarios? ¿Conocen estos puristas los usos y significados de nominar y nominación en el castellano clásico?
Veamos, en primer lugar, cómo las define el Diccionario de la RAE (2001):
nominar. (Del lat. nomināre).
1. tr. Dar nombre a alguien o algo.
2. tr. Designar a alguien para un cargo o cometido.
3. tr. Presentar o proponer a alguien para un premio.
nominación. (Del lat. nominatĭo, -ōnis).
1. f. Acción y efecto de nombrar.
2. f. Acción y efecto de nominar.
Por tanto, según la Academia, es correcto utilizarlas en los ejemplos anteriores. Aunque, hasta hace poco, su uso era restringido, en el español actual se han recuperado y extendido por influencia del inglés; incluso se abusa de ellas al hablar de aspectos ligados a la cultura anglosajona, como son la designación de candidatos para las elecciones norteamericanas y los premios cinematográficos (los premios Goya o los Oscar). Conviene alternar estar nominado con estar propuesto, ser candidato o ser aspirante; y nominación con candidatura.
Se equivocan quienes condenan el uso actual de nominar cuando dicen que “desde el Diccionario de Autoridades (1734) hasta la edición de 1992, el único significado registrado de [nominar] era ‘dar nombre a una persona o cosa’. (1) Creemos que repiten un error difundido por Lázaro Carreter en sus famosos Dardos, sin molestarse en comprobar los Diccionarios.

La verdadera historia lexicográfica de nominar y nominación es otra:
Tanto nombrar (forma romance) como nominar (forma culta) proceden de nominare, que en latín significaba tanto ‘nombrar’ o ‘mencionar’ como ‘designar’. La existencia de ambas formas no implicaba una diferencia de significado, sino de uso: la forma romance era de uso general, mientras que la forma culta era de uso esporádico y solía limitarse a textos notariales o historiográficos.
Por esta razón, desde el Diccionario de Autoridades (1734) y hasta la edición de 1954, la Academia definió nominar como ‘lo mismo que nombrar’ o simplemente ‘nombrar’. En coherencia con esto, durante todo ese tiempo, nominación fue ‘lo mismo que nombramiento’. Ya en la primera edición del Diccionario encontramos que nombrar es ‘elegir o señalar a alguno para algún cargo o empleo’ (es decir, se nombra tanto cuando se elige como cuando se señala, o propone) y nombramiento es la ‘acción o efecto de nombrar’ y la ‘cédula o despacho en que se nombra a alguien para un cargo u oficio’.
No fue hasta la edición de 1970 del Diccionario, cuando quizá un falso purismo escandalizado por la frecuente aparición de los términos nominar y nominación asociados al cine (americano, por supuesto) y a las elecciones democráticas (americanas, por supuesto), debió de imponer la redefinición de ambas como ‘dotar de nombre a una persona o cosa’ y ‘acción o efecto de nombrar’.
De esta brocha se han quedado colgados los pretendidos puristas, sin acudir a los textos clásicos ni consultar los diccionarios académicos, en cuyas ediciones manuales de 1984 y 1989, (en esta última con la advertencia de que es un anglicismo) nominar ya era ‘elegir o señalar a uno para un posible cargo, dignidad, premio, etc.’ y en el lema de nominación se añadió, al de ‘nombramiento’, la definición injustificadamente restrictiva de ‘elección de la persona que debe desempeñar un cargo eclesiástico’. Al inicio del artículo ya hemos visto las definiciones actuales, en las que no se incluye ninguna marca sobre el origen o uso de estas palabras.

Actualmente y en general, nombrar y nominar distribuyen su uso de la siguiente forma:
Nombrar se suele emplear con el sentido de ‘designar o elegir a alguien para un cargo, oficio de relevancia o premio’: se nombra ministro, director general, interventor, mejor jugador del año, etc.
Nominar, en cambio, suele utilizarse como ‘proponer, presentar o señalar a alguien para que se le premie, se someta a unas elecciones o se le conceda un beneficio’: “¿Quién está nominado para los Oscar?, “En las primarias, el partido político nomina el candidato para las elecciones generales”.

Errores frecuentes con estas palabras:
Con uno u otro verbo es incorrecto anteponer como al cargo, premio o puesto al que se presenta: no se puede decir “*nombrado como embajador” o “*nominado como candidato a diputado”.
Tampoco es aceptable usar el verbo nominar como ‘proponer a alguien para un castigo o algo negativo’. Parece que este error ha surgido y popularizado en programas de televisión, como Gran Hermano, en los que “se *nomina a los concursantes para ser eliminados”. Como en otros casos, el error surge cuando la pedantería ignorante toma un cultismo o préstamo especializado para utilizarlo en ámbitos ajenos al de la adopción original.

Veamos con más detalle la evolución de nominar y nominación:
En muchos textos antiguos nominado tiene un valor deíctico dentro del texto y equivale a ‘citado’, ‘mencionado’: “los cinco nominados pueblos”, “los nominados señores”...
Los significados de nominar como ‘designar para un cargo’ o ‘proponer para un beneficio’ ya estaban en el uso tradicional del castellano. Por ser semánticamente tan cercanos, el sentido exacto depende de un contexto extralingüístico como es el poder y autoridad del nominador (‘el que elige y nombra a algún sujeto para algún empleo’): con autoridad suficiente la nominación conlleva alcanzar el oficio o beneficio; sin ella, la nominación sólo es una propuesta, una candidatura.
Aunque el significado habitual de nominación fue el de ‘nombramiento o designación para un cargo u oficio’, no necesariamente eclesiástico, en tiempos de los Reyes Católicos ya equivalía a ‘propuesta’:

“Sobre lo que añade acerca de la nominación de interventor y guarda almacén, no me parece debe hablarse nada en este particular aquí.” (Epistolario de Pedro Rodríguez Campomanes, 1759)
“...si el maestre de Rodas hubiere de entender en ello, enviad la nominación, que fuere menester, para el maestre de Rodas, de guisa que se envíe de ahí la provisión, que fuere menester, del duque, para quien en ello hubiere de entender.” (Documento notarial de los Reyes Católicos al embajador en Venecia, 1496)

Más claro estuvo, desde el inicio en inglés, que, cuando adopta una palabra latina, suele recurrir a las fuentes originales. Aunque tomó nominee, to nominate y nomination con el sentido de ‘llamar por el nombre’, rápidamente amplió su uso a ‘nombrar (a alguien) para un cargo o función’ y poco más tarde al de ‘presentar formalmente (a alguien) como candidato a una elección’. (2)
No obstante nominar era ‘proponer a alguien para un cargo o beneficio’, mucho antes de que a principios del siglo XX, los periódicos empezaran a publicar crónicas de la política norteamericana y, a través de ellas, revitalizaran el significado de nominación como ‘candidatura’ y de nominado como ‘candidato’:

“...para que el prelado diocesano les dé la canónica institución de ellos [de los curatos], sin formarse concurso a los tres primeros, pues no pueden optarlos otros [religiosos]que los tres nominados.” (Conde de Superunda, Relación de los principales sucesos de su gobierno, Perú, 1745-1756)
“En su nominación [de Alfred Smith], el Partido Demócrata se ha mostrado más conservador que el Republicano”. (José Carlos Mariátegui, Artículo sobre la campaña electoral en los Estados Unidos, Perú, 1928)

A partir de mediados del siglo XX, la información de los premios Oscar de cine, más atractiva que la información política, contribuyó a que los hispanohablantes recuperaran un significado tradicional, gracias a la influencia del inglés:

“...grandes retratos al óleo de los candidatos a alcalde, a concejal, a senador que parecen todos nominados al Oscar, de creer al artista del pincel que los magnificó -y retocó un poco”. (G. Cabrera Infante, Tres tristes tigres, Cuba, 1964-1967)

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Victoria pírrica y significado de "pírrico".

¿Qué significa victoria pírrica o triunfo pírrico? ¿Qué es una victoria pírrica? En general, es una ‘victoria que no satisface al vencedor’. Añadir otras definiciones supone especificar las causas de esa insatisfacción. Así, una victoria pírrica puede ser ‘la que se ha obtenido con tan grave daño para el vencedor que puede ser la causa de una futura derrota definitiva’, ‘la que no sirve para conseguir los objetivos fijados’, ‘la lograda por un margen muy pequeño’, o ‘la insuficiente en proporción al esfuerzo realizado’.
Los puristas siguen afirmando que una victoria solo es pírrica cuando ‘se obtiene con más daño del vencedor que del vencido’ y es incorrecto aplicar la expresión al hecho de que un candidato político gane unas elecciones con poco margen de votos, o un equipo de fútbol, por un solo gol.
Su principal argumento es que la expresión se refiere a las victorias del rey Pirro sobre los romanos en Heraclea (280 a.C.) y en Asculum (279 a.C.), en las que no obtuvo grandes ventajas sobre ellos y finalmente tuvo que renunciar a expandir su reino por la Península Itálica. Se dice que después de una de ellas exclamó: «Otra victoria más como ésta y estoy perdido».
En contra de la definición purista, hay que hacer notar que, aunque en estas batallas, el ejército de Pirro sufrió pérdidas muy importantes, en ambas las pérdidas de los romanos fueron superiores. En cambio no puede negarse que las victorias fueron insatisfactorias para el vencedor, porque, al no ser rotundas y quedar con tantos daños, no pudo seguir luchando por sus objetivos.

De acuerdo con las definiciones del Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), el significado de “pírrico, -a” parece amplio y puede referirse a distintos conceptos: existen dos adjetivos homónimos con ámbitos significativos diferentes y uno de ellos tiene, a su vez, tres acepciones.
El primer adjetivo es el más conocido por los hablantes y suele emplearse (como estamos viendo) asociado al concepto de victoria o triunfo. La edición de 2001 del DRAE lo define como: “1. Dicho de un triunfo o de una victoria: Obtenidos con más daño del vencedor que del vencido. 2. Conseguido con mucho trabajo o por un margen muy pequeño. 3. De poco valor o insuficiente, especialmente en proporción al esfuerzo realizado.”
El origen de la expresión victoria pírrica y del adjetivo pírrico está en el último cuarto del siglo XIX, y muy ligado con la recuperación del interés por el Mundo Antiguo. Los primeros ejemplos los encontramos casi simultáneamente en inglés (el primer empleo de Pyrrhic victory parece datar de 1885) y en español, aunque no fue admitido, en su primera acepción, por la Academia hasta el Suplemento de la edición de 1970 del Diccionario:
"Tan pírrica fué esta victoria, que el Libertador « humillado », según sus propias palabras, tuvo que repasar el Juanambú el 10 de mayo á la vista del enemigo” (Aníbal Galindo, Las batallas decisivas de la libertad, 1883).
Como hemos visto más arriba, era fácil ampliar el significado de pírrico en función de cómo se interpretasen las consecuencias de la victoria de Pirro sobre los romanos. Tampoco se debe olvidar que el castellano tiene tendencia a considerar los adjetivos esdrújulos como superlativos, por lo que pírrico paso a tener connotaciones de 'mínimo, muy pequeño'. El siguiente texto de 1927 es una muestra de la ambigüedad semántica del adjetivo ('muy pequeña, insignificante", o 'que supuso una derrota porque el éxito no pretendido es la oratoria'):
No pudiendo felicitarle a usted por su triunfo científico, que fué una victoria pírrica, le alaban por su brillante éxito ORATORIO." (Luis Jiménez de Asúa, Política. Figuras. Paisajes, 1927)".
Pero no faltan ejemplos en los que se le da el claro sentido de 'muy pequeño':
“...doce o catorce pelagatos muy listos y expertos, [...] constituían una falange pírrica que decidía la victoria [electoral], se les daba el calificativo nombre de micos.” (Antonio Ledesma Hernández, Canuto Espárrago, 1903)
Lázaro Carreter, durante el Mundial de fútbol de 1982 (El dardo en la palabra), descubre el nuevo uso que dan los periodistas deportivos a la expresión victoria pírrica para designar las victorias por un solo gol de diferencia, especialmente si el resultado es de 1 a 0. Sin embargo ya hay ejemplos desde mucho antes en el español de América:
"Victoria Pírrica de Goldwater. El triunfo de Barry Goldwater sobre Nelson Rockefeller en las elecciones primarias, produjo consternación entre los republicanos liberales y moderados". (Hispano Americano, 1964).
"No era una victoria completa, pero tampoco una victoria pírrica". (Ernesto Guevara, Relatos de la Guerra Revolucionaria, 1965)
Parece que a España llegó con la democracia a través del periodismo político y de ahí pasó rápidamente al deportivo:
"Victoria pírrica de Joaquín Leguina en el PSOE de Madrid tras la ruptura del ala izquierda. [...] Ocupa desde ayer la secretaría general del PSOE de Madrid, con el 27 % de los votos del mismo". (El País, 11/12/1979)
"El Rácing puede celebrar con júbilo el empate en su Sardinero porque el visitante era el campeón y vecino equipo donostiarra, que estaba en victoria pírrica y el viento de un penalty le anuló la ventaja". (ABC, 27/09/1982)

La tercera acepción, 'insuficiente en relación con el esfuerzo realizado' también estaba desde los años sesenta del siglo XX:
“Sin embargo, tal victoria fue, en el mejor de los casos, un triunfo pírrico para el secretario de Estado Rusk, pues no sólo la delegación norteamericana obtuvo un escaso voto mayoritario en favor de su política, después de angustiosas conversaciones diplomáticas. (Gordon K. Lewis, Puerto Rico: Libertad y poder en el Caribe, 1969)

El segundo adjetivo pírrico, menos conocido y usado, está en el Diccionario desde 1884, cuando lo recuperaron, entre otros, los académicos Juan Varela y M. Menéndez y Pelayo aunque pudo haber estado desde el de Autoridades, porque venía siendo empleado desde finales del siglo XV. Se refiere a una danza guerrera de la Antigua Grecia, de la que se dice que la creó un mítico personaje, aunque no esté muy claro si fue Pírrico (que pudo ser un curete de Creta que veló sobre Zeus niño) o Pirro el Rubio, sobrenombre de Neoptóleno, el hijo de Aquiles:
“bailaban y representaban una fábula griega, que se llama pírrica”. (Traducción atribuida a Diego López de Cortegana, en 1500, de La metamorfosis de Apuleyo)
“...cierto paso gimnástico que hacen los soldados [de Prusia] [...] que ha de tener algo de la antigua y celebérrima danza pírrica de los espartanos” (Juan Valera, Correspondencia 1847-1857)
“¿Por qué no suena el belicoso canto? / ¿Por qué no emprende la falange altiva / Pírrica danza?” (M. Menéndez y Pelayo, “Himno a Grecia”, 1875)

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¿Cónyuge o cónyugue?

¿Cómo se pronuncia y escribe: cónyuge o cónyugue? ¿Cónyuge o cónyuje? ¿Qué significa cónyuge, desde el punto de vista etimológico?
La palabra aceptada por la norma culta y la RAE, que además se corresponde con la forma etimológica es cónyuge, pronunciada /kónyuxe/ (con sonido de j). Sin embargo, es frecuente que verla escrita incorrectamente como *cónyugue y oirla pronunciar /kónyuge/. Responde esto a una forma creada analógicamente con el fonema velar oclusivo sonoro /g/ presente en el adjetivo conyugal y en el sustantivo yugo, que tienen la misma raíz.
Es posible que siempre haya habido vacilaciones en la pronunciación de cónyuge, si atendemos a la ortografía de algunos textos:
“Adulterium est illusio alienij coniugij, [...][Adulterio es el engaño que se hace con un cónyugue ajeno]” (Sebastián de Covarrubias, Suplemento al Tesoro de la lengua española castellana, 1611)
Los errores y las dudas sobre la correcta pronunciación de cónyuge se deben a que las palabras terminadas en –gal suelen derivar de sustantivos que se pronunican con /g/ : trigal - trigo; cenagal - ciénaga; alberchigal - albérchigo; ortigal - ortiga; fangal - fango; jergal - jerga. Los casos que tienen una morfología etimológica más parecida (lex, legis - legalis; rex, regis - regalis; grex, gregis - gregalis) no sirven como referente, porque los sustantivos, con acusativo en –egem evolucionaron con pérdida de la –g– intervocálica y diptongación de la e: ley, rey, grey.
Sólo hemos encontrado otra palabra análoga a cónyuge, pero no es de uso común, sino un tecnicismo de la Zoología: rémige (del lat remex, remigis ‘remero’) que significa ‘pluma remera de las alas de las aves’.
¿Qué significa cónyuge?
Es un lugar común afirmar erróneamente que el significado de cónyuge es ‘con yugo’.
No es cierto, aunque ambas están emparentadas porque proceden de la misma raíz indoeuropea yug o yung, que forma palabras en cuyo significado está la idea de unión. En latín tenemos los verbos iugo ‘unir, enlazar’ y iungo ‘unir, juntar’, coniugare ‘conjugar, como combinar’, los sustantivos iugum ‘yugo’, iugulum ‘garganta’, coniectura ‘conjetura’, los adjetivos iunctus ‘yunto, junto’, coniunctus ‘conjunto’...
La palabra castellana cónyuge procede del latín coniugem, acusativo del sustantivo coniux, coniugis, formado por la preposición cum y la raíz iug: su sentido es “unido con, unido en compañía”. Si, como afirma la falsa etimología cónyuge procediera de cum iugum ‘con yugo’, en castellano habría dado *cónyugo, con un posible femenino *cónyuga. Y ahora podríamos llamar sínyuge, (en lugar de ex cónyuge) a quien se ha divorciado y, por tanto, librado del yugo matrimonial.

Desde siempre se ha visto el matrimonio como un yugo, unas veces en sentido peyorativo de carga y atadura y otras en el positivo de dos personas que se unen en un mismo propósito, “tirando del carro de la familia”:
“Era noble en sumo grado, y hasta entonces, libre la cerviz del lazo conjugal, riquísimos sus padres, y ella única, ocasión de ser pretendida de la juventud más lucida y facultosa”.
(Cristóbal Suárez de Figueroa, El pasajero, 1617)
“Elvia era tal, / como quisiera yo a la esposa mía / si me inclinara al yugo conjugal”.
(José Francisco de Isla, El Cicerón, 1774)
Tampoco tiene que ver en su etimología Juno, diosa del matrimonio, y cuyo nombre se presta a comparaciones formales con yugo y cónyuge:
“Y por ser tenida la diosa Juno por casamentera, la llaman jugal o metedora so yugo Festo Pompeyo y Servio Gramático y Lilio Gregorio Giraldo; y por este yugo dijo Dido en Virgilio que no se quería ver atada con algún yugo; y en Roma estuvo un altar de Juno la Jugal o atadora al yugo, en el barrio jugario, llamado ansí por amor dél, y cabe aquel altar eran los que se casaban metidos so un yugo o velo en prognóstico de gran concordia. Por este meter so yugo Juno a los casados la llaman Apuleyo y Dionisio Halicarnaseo Zigia, como ayuntadora de la hembra con el macho, y por esta razón se llaman en latín los casados cónyuges o ayuntados y trabados”.
(Juan de Pineda, Diálogos familiares de la agricultura cristiana, 1589)
Derivados de cónyuge, tenemos conyugicidio, conyugicida y los arcaísmos conyugio ‘matrimonio’, conyugado ‘casado’ o conjugal ‘conyugal’.

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Manita o manito

¿Manita o manito? ¿Cuál es el diminutivo de mano?
En la mayor parte de los países americanos se dice la manito; mientras que en México y en España, la manita. No obstante, en algunos lugares de Andalucía también podemos encontrar manito o en los Andes venezolanos, manita.

Debemos considerar que ambas formas son correctas, puesto que el uso de una u otra depende del área geográfica (variedad diatópica o geográfica), y no del nivel de corrección lingüística o del nivel social y cultural. Así lo reconoce la Real Academia de la Lengua en su Diccionario panhispánico de dudas.

Mano es el único sustantivo femenino que termina en –o, perteneciente a la lengua patrimonial. Aunque no ha regularizado terminación y género, como otros sustantivos latinos, mediante el cambio de género (*el mano) o de la terminación (*la mana); sus diminutivos castellanos tratan de romper esa anomalía: manita, manica, manilla, manecita, manija. El uso americano de la manito es la forma regular, porque los diminutivos suelen mantener la vocal final del sustantivo original, sin tener en cuenta el género gramatical: la motito, la fotito, el diíta, el poemita, el [color] rosita, el fantasmita...
La tendencia original del idioma fue la regularización. En el CORDE encontramos ejemplos de manita desde el siglo XVI, incluso en textos americanos:
“...con la manita estava haziendo de señas que se lo diessen, meneando los deditos”. (Feliciano de Silva, Segunda Celestina, España, 1534)
“[el niño] levantando la manita derecha hizo con ella a su madre muchos alagos en el rostro”. (Bernardo de Torres, Crónica Agustina, Perú, 1657)
En cambio, la forma manito no se encuentra hasta mediados del siglo XIX:
“- Vaya, hijitos -decía doña Bernarda-, no estén hablando zonceras y vengan a echar una manito”. (Alberto Blest Gana, Martín Rivas. Novela de costumbres político-sociales, Chile, 1862)
El hecho de que el primer ejemplo aparezca en una novela costumbrista podría significar un origen y uso popular. Por esta razón, ha habido en América, según Ángel Rosemblat (1955), intentos de combatir la forma manito: Rufino José Cuervo en sus “Apuntaciones”, 1885, la consideraba vulgar.

¿Y cuál es el aumentativo de mano? Manaza es la forma general, con la que parece triunfar la tendencia a la regularización mediante la –a como vocal final. Encontramos ejemplos en España desde el s. XVIII y en todos los países desde el XIX:
“Dejad que imprima en la manaza bella / el dulce beso de mi sucia boca.” (Ramón de la Cruz, Manolo, tragedia para reír o sainete para llorar, España, 1769)
“[El picador] llegándose a mí me echó la zarpa, quiero decir, que me dio la manaza y yo se la tomé, y me convidó a unas copas...” (Benito Pérez Galdós, Fortunata y Jacinta, 1885-1887)
Las formas manazo y manotón significan ‘manotazo, golpe dado con la mano’ y no tienen valor de aumentativos.

En España se ha creado, a partir del diminutivo, el sustantivo manitas: “ser un manitas” es ‘ser hábil en los oficios manuales’. Aunque de género común, suele referirse a los hombres. Y, a partir del aumentativo, tenemos manazas, ‘persona torpe con las manos, sin habilidad para labores manuales’.

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