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El lenguaje del abanico

El llamado lenguaje del abanico consiste en una serie de señas que las mujeres de los siglos XVIII y XIX utilizaban para comunicarse con sus pretendientes o amantes.

Esta puede ser una recopilación de los principales mensajes que podían transmitirse mediante el lenguaje del abanico:

Para responder escuetamente a una pregunta pendiente:
: Cerrar el abanico lentamente o apoyarlo abierto sobre la oreja o la mejilla derecha.
No: Cerrarlo rápida y airadamente o apoyarlo abierto sobre la mejilla izquierda.

La mujer podía mostrarse dispuesta a iniciar una relación de diversas formas:
No tengo novio: Abanicarse lentamente sobre el pecho.
Deseo conocerle o tener novio: Llevar el abanico cerrado, suspendido de la mano izquierda.
Usted me resulta simpático: Darse repetidos golpecitos en la mano izquierda.
O informar a un pretendiente de que está comprometida abanicándose con movimientos cortos y rápidos sobre su pecho, o abriendo y cerrando rápida y repetidamente el abanico.

La mujer podía hacer peticiones o invitaciones discretas al amante:
Espéreme: Abrir el abanico despacio y mostrarlo.
Sígame cuando me vaya: Sostener el abanico con la mano derecha delante del rostro o los ojos.
Escríbame: Golpearse con el abanico cerrado en la mano izquierda.
Venga a hablar conmigo: Abrir el abanico con la mano izquierda; contar las varillas pasando los dedos por ellas o simplemente poner el dedo sobre el borde de las varillas.
Estoy impaciente: Juguetear con el abanico o golpear con él un objeto.
Quiero que me bese: Apoyar el abanico sobre los labios.

También advertía al pretendiente para que fuera discreto:
Cuidado, nos están observando: Mover el abanico con la mano izquierda o cubrirse los ojos con el abanico abierto.
Cuidado, mi familia me vigila: Apoyar el abanico cerrado en la mejilla derecha.
No reveles nuestro secreto: Deslizar el abanico sobre la oreja derecha.

Se podían hacer preguntas simples, que el amante debería responder de forma discreta:
¿Me quieres? Presentando el abanico cerrado.
¿Cuándo te puedo ver? Cerrando el abanico mientras se toca los ojos.
Se manifestaba inseguridad o dudas sobre las intenciones del pretendiente y su fidelidad:
Estoy pensando si te quiero: Darse golpecitos lentamente en la palma de la mano con el abanico.
Dudo de tu amor: Abanicarse rápidamente.
No me fío: Apoyar los labios sobre el abanico.
Estoy celosa: Darse golpecitos con el abanico en el vestido.
Sospecho que me estás siendo infiel: Tocarse con el abanico la punta de la nariz.

Mediante el lenguaje del abanico se hacían reproches al amante:
Eres cruel: Abrir y cerrar lentamente el abanico.
Has cambiado: Pasarse el abanico por la frente.
Estás flirteando con otra: Pasar repetidamente el abanico de una mano a otra.

Para declararse, había un amplio abanico de posibilidades y matices:
Me gustas: Abrir y cerrar el abanico y ponerlo en su mejilla.
Pienso en ti todo el rato, no te olvido: Colocar el abanico en la sien y mirar hacia arriba o mover el flequillo con el abanico.
No dudes de mí: Apoyar en los labios el abanico abierto.
Sufro, pero te amo, te pertenezco: Dejar caer el abanico al suelo.
Te quiero: Pasarse el abanico por la mejilla o cubrirse los ojos con él abierto.
Te amo intensamente: Abanicarse muy rápidamente.
Te amo con locura y sufro por tu amor: Apoyar el abanico sobre el corazón o el pecho.
Mi corazón es solo tuyo: Entregar el abanico al amante. Pero si este lo rechazase, la mujer dejaría el abanico suspendido y abierto del revés, para manifestar: Sin tu amor prefiero morir.
Soy toda tuya: Apoyar el abanico cerrado en la mejilla izquierda.
Me casaré contigo: Cerrar el abanico sobre la mano izquierda.

Para enviar un beso, se cubría la boca con el abanico abierto mientras miraba al amante.

Se enviaba información para posibles citas con el amante:
No saldré de paseo: En una reunión, cerrar el abanico y guardarlo. Para informar desde casa al amante que está en la calle, dejar el abanico cerrado en el balcón o salir mostrándolo cerrado.
Hoy saldré de casa: Las señales contrarias a las anteriores. En una reunión, sacar ostentosamente el abanico del bolsillo. Para enviar el mensaje desde casa a la calle, dejarlo abierto en el balcón o salir a él abanicándose.
Estoy sola: Cubrirse la boca con el abanico abierto.
Indicar la hora de la cita: Abrir un número determinado de varillas o contar ese número tocando las varillas con el dedo.

Al igual que con las declaraciones, para rechazar al pretendiente o al amante había numerosas posibilidades y matices:
Me resultas indiferente: Apoyarse el abanico cerrado sobre la frente.
No me interesas: Abanicándose lentamente.
No me gustas: Girar el abanico con la mano derecha o protegerse los ojos del sol con el abanico abierto.
Estoy comprometida o amo a otro: Llevar el abanico cerrado y suspendido en la mano derecha o moverlo con la mano izquierda.
Es mejor que me olvides: Mantener el abanico abierto con las dos manos.
Vete, por favor: Pasarse el abanico por los ojos.
No quiero saber nada de ti: Pasar o mantener el abanico sobre la oreja izquierda.
Todo ha terminado entre nosotros dos, adiós: Cubrirse parte del rostro con el abanico abierto o entregar el abanico a la madre o a quien la acompañe.
Todo se acabó, te odio: Arrojar el abanico.
¿Pero existió realmente el lenguaje del abanico? Aunque se escribieran tratados que intentaban codificarlo, en realidad no puede decirse que existiera “un lenguaje del abanico”. Si hubiera tenido un código fijo o estable que respondiera a los significados que se dan en numerosos libros, no hubiera cumplido su función de comunicación secreta. Creemos que más que un medio de comunicación, el abanico era un arma de seducción al alcance de todas las damas por tratarse de un artículo de lujo del que no se separaban.
“Nada mejor que un abanico para acompañar el melindre y la afectación de las petimetras, sus manejos medio audaces, medio pudorosos; pieza indispensable, en una palabra, para estimular las relaciones iniciales con el cortejo o aspirante a tal. [...] A la sombra del abanico, en efecto, se deslizaban confidencias y atrevimientos, se desgranaban risas, se disimulaba el rubor, se enviaban miradas prometedoras y se acercaban los rostros.” (C. Martín Gaite, Usos amorosos del dieciocho en España, 1972).
Lo más probable es que cada pareja creara su propio código, con mensajes adaptados a sus necesidades de comunicación. Estas no serían las mismas entre dos jóvenes solteros que entre dos personas casadas manteniendo una relación adúltera. De hecho, en los tratados sobre lenguajes secretos encontramos numerosos gestos a los que se les atribuyen diferentes significados.
Recopilación realizada a partir de la información obtenida en las siguientes fuentes:
“El lenguaje de las flores y el de las frutas” Florencio Jazmín, Barcelona, 1870
“Lenguaje del abanico” www.protocolo.org www.ladanza.com www.todoabanicos.com (v. diciembre 2013)
“Fans” Alexander F. Tcherviakov.

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El lenguaje del llanto

¿Qué es el llanto? ¿Por qué lloramos? ¿Para qué sirve llorar desde el punto de vista comunicativo?
El llanto es la primera manifestación de lenguaje humano. Es un lenguaje natural y exclusivo de la especie humana: en cuanto nacemos, empezamos a llorar. Si un niño no llora al nacer, se plantea un grave problema para su vida, porque nos estaría indicando que el aire no ha entrado en sus pulmones o que su cerebro no percibe las nuevas sensaciones que no podía experimentar en el seno materno. Podría considerarse que ese llanto es el preludio de lo que nos espera en este valle de lágrimas porque, como dejó escrito el autor anónimo de la Crónica incompleta de los Reyes Católicos (1469-1476), “con lagrimas venimos al mundo y con ellas en él vivimos, y llorando nos vamos dél”.

El llanto casi siempre procede de un deseo insatisfecho y representa una respuesta emocional a una situación de sufrimiento, pero las personas aprendemos a usarlo con múltiples variantes, para aprovechar sus posibilidades de manipulación, interacción social y comunicación afectiva. Podemos contener el llanto o forzarlo; modularlo con diferentes intensidades y entonaciones; acompañarlo con otras manifestaciones físicas (lágrimas, aspavientos, golpes de pecho...). Todo ello, en función de nuestra conveniencia personal y de las costumbres sociales y culturales en que nos desenvolvemos; El llanto transmite vulnerabilidad, sumisión o dolor, por lo que puede inhibir la agresividad de los demás y despertar su compasión y consuelo. Psicológicamente, es la actitud de los demás con respecto a nuestro llanto, lo que puede llevarnos a un mejor estado emocional, no el llanto en sí. Es decir, lloramos para comunicarnos.
El primer llanto parece común para todos, independientemente de nuestra condición personal, familiar, social o cultural . Sin embargo, un estudio científico coordinado por la Universidad de Würzburg, afirma que el llanto de los bebés de cinco días ya está condicionado por su idioma materno. Como, desde el útero, los niños perciben las diferentes entonaciones características del idioma materno, es posible que, al nacer, traten de reproducir esos patrones acústicos para aumentar el vínculo afectivo de la madre.
Durante los primeros meses de vida, el llanto es la principal, casi única, forma que tiene el niño de decir lo que le ocurre, y los padres suelen aprender muy pronto su significado en cada situación: demanda de alimento, de aseo, de afecto, manifestación de dolor, de miedo, etc.

Un poco más adelante, cuando los niños empiezan a hablar, lo utilizan a menudo para expresar su frustración y su enfado; y rápidamente descubren que es un arma muy eficaz para manipular a los adultos.

Con la edad, tendemos a limitar e incluso a prescindir de este medio de comunicación. Es cierto que nuestro lenguaje va cubriendo las necesidades comunicativas que desempeñaba el llanto infantil, pero las principales causas de su abandono con de tipo cultural. En nuestra sociedad, la frecuencia del llanto en una persona depende de su entorno familiar y social y, muy especialmente, de si es un hombre o una mujer.

Externamente, el llanto se manifiesta de tres formas: con sonidos de una determinada melodía y ritmo; con gestos de la cara y los ojos; y con la segregación de lágrimas. No siempre se dan las tres formas de forma conjunta: podemos prescindir de cualquiera de ellas y, cuando ello pasa, los efectos emocionales suelen ser más intensos.

Algunos tipos de llanto:
Llanto de supervivencia del bebé para empezar a respirar.
Llantos infantiles angustiosos por un fuerte dolor.
Llantos histéricos y forzados de niños que quieren llamar la atención de sus padres.
Llantos de frustración del niño a quien se le niega un capricho o del estudiante suspendido.
Llantos de felicidad y emoción del deportista ganador o de los amantes reencontrados.
Llantos de impotencia ante la enfermedad y el sufrimiento.
Llantos angustiados de los padres ante la adversidad de sus hijos.
Llantos fúnebres emocionados por la muerte de un ser querido.
Falsos llantos histéricos de las plañideras.

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Gestos y mentiras

Cuando hablamos, podemos decir la verdad o mentir y no ser sinceros.
Mentir con palabras es sencillo, pero no tanto que el lenguaje del cuerpo, los gestos y otros elementos no verbales se correspondan con lo que estamos hablando. Lo habitual es que nos traicionen y caigamos en gestos que delatan las mentiras: son los llamados deslices gestuales, muy difíciles de evitar. Quizá sólo puedan evitarlos quienes se dedican profesionalmente a la mentira: los actores, los magos, los vendedores charlatanes, los abogados, los políticos... No hay que olvidar el caso de los mentirosos patológicos, estudiados por la Psicología o Psiquiatría, que llegan a creerse sus propias mentiras y, por tanto, no dar señales insinceras.

La cara engaña mejor que la posición corporal. Por esta razón lo más conveniente para mentir es limitar al máximo la gesticulación y tratar de ocultar el cuerpo, aunque esta actitud, a su vez, puede dar indicios de nuestra poco sincera intención.

La mayoría de las personas mentimos mal, y sólo nos salvamos porque los receptores son tan torpes para darse cuenta como nosotros para mentir. También hay que tener en cuenta que los demás pueden descubrirnos, pero no lo manifiestan por diversos motivos: son reservados, nos temen o colaboran con nosotros porque esa mentira es útil para las relaciones sociales. También cabe la posibilidad de que se sospeche la mentira, pero no es evidente, y el destinatario no puede llegar a optar por denunciarla o cooperar con el emisor. No hay que olvidar la situación en la que la víctima es la que pide la mentira y su satisfacción es ser engañada con habilidad: es el caso del público del cine, del teatro y de los espectáculos de magia. ¿Cuáles son los principales deslices gestuales o señales que nos traicionan al mentir?
  • Limitar el movimiento de las manos: si una persona, en una conversación durante la que viene moviendo las manos con soltura y naturalidad, limita repentinamente esos movimientos, es muy probable que vaya a mentir u ocultarnos algo que considera que debería decirnos.
  • Hacer más frecuentes los gestos que implican tocarse la cara, especialmente si consisten en tocarse la nariz, el cuello, las orejas o cubrirse la boca (chupar un cigarrillo o un bolígrafo, tocarse los labios, la barbilla o el bigote...)
  • Hacer gestos con las manos que indiquen ‘indiferencia’, más amplificados y frecuentes de lo que exigiría el tema del que está hablando.
  • Elevar el tono y el volumen de la voz y hablar más rápido de lo que venía siendo habitual durante la conversación, o vacilar en la pronunciación de algunas palabras.
  • Hacer menos frecuente el contacto visual con el interlocutor, a la vez que suele aumentar el ritmo del pestañeo; o mirar, mientras se miente, a la izquierda, si la persona es diestra o a la derecha, si es zurdo. No obstante, el comportamiento de la mirada puede no ser muy significativo, porque está muy condicionado por la personalidad y la cultura.
  • Parecer inquieto en el asiento, como estuviera sujeto a él, pero quisiera levantarse e irse.
  • Adoptar posturas corporales “defensivas”, como pueden ser cruzar los brazos o las piernas.
  • Algunas veces, parece que los gestos de la cara no cambian según el discurso sea sincero o falso, pero seguramente se producen algunos movimientos que exigen un profundo conocimiento de la persona o grabar la conversación con imágenes para después estudiarla. Es lo que hace habitualmente la policía en los interrogatorios de los sospechosos.
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    Símbolos del estatus social

    Aunque estatus significa posición que una persona ocupa en la sociedad o dentro de un grupo social, lo más frecuente es que sólo se aplique a posiciones sociales valoradas. Por esta razón suele hablarse de exhibir el estatus, pero no de ocultarlo.

    Se exhibe, a través de múltiples y sutiles formas que pretenden el apoyo de los iguales, pero tratan de evitar la hostilidad de los envidiosos. Suele hacerse a través de complejas combinaciones de símbolos que, además de representar el estatus pretende encauzar la opinión de los otros para obtener beneficios y tratamiento especial y para tratar de dominar a los que tienen una posición social inferior.

    Los símbolos de estatus, al ser distintos de lo que representan y estar separados de ello, pueden ser usurpados o utilizados fraudulentamente por quien no pertenece a un determinado nivel: por esta razón, de forma aislada, no dicen mucho sobre la posición de una persona y sólo adquieren verdadera expresión de estatus cuando se combinan entre sí. P
    La exhibición del estatus se hace a través de combinaciones de símbolos de poder económico, de relaciones sociales y de refinamiento de la conducta. Quienes están en la cúspide son los más interesados en conservar la situación de privilegio y dominio que confiere el estatus social, pero es inevitable, en nuestra sociedad, una cierta movilidad social. Esta dialéctica hace que la clase ascendente en términos de riqueza y de poder tarde tiempo en adquirir prestigio social, por falta de algunos símbolos, y que quienes ha perdido recientemente la riqueza y el poder puedan retrasar su desprestigio social, porque conservan símbolos que no exigen gasto de dinero.
    La clase ascendente puede adquirir rápidamente los símbolos que se compran (coches lujosos, grandes casas, joyas, ropa cara, cuadros de grandes artistas...), pero le faltan símbolos basados en el refinamiento y la socialización con la clase alta. Su familia y sus amigos no están en ella, Su conducta no está acorde con el refinamiento que valora esta clase en cuanto a vestido, comportamiento, etiqueta, entonación, vocabulario o gestos del cuerpo, ni suelen tener aficiones y gustos que han exigido mucho tiempo: música, arte, idiomas... Incluso los símbolos costosos que compran delatan su origen, porque no son capaces de percibir los pequeños detalles, a menudo sin gran valor económico, que diferencian a los coches, las casas, las joyas y la ropa de la tradicional clase alta, los cuadros no están seleccionados con criterio...
    La misma apariencia física indica estatus social, porque refleja su estilo de vida anterior: el entorno, la dieta y el trabajo dejan huellas que no pueden borrarse fácilmente.
    En cambio, las clases en decadencia económica y de poder que no pueden acceder a los nuevos símbolos de estatus o, incluso, tienen que prescindir de ellos por dificultades de dinero, tratan de retrasar su desprestigio refugiándose en los símbolos que no suponen un gasto: sus apellidos y largo linaje, los antiguos recuerdos de tiempos gloriosos y los objetos antiguos, los modales refinados... Al no poder actualizar sus símbolos económicos, estos quedan pasados de moda, que sus dueños tratan de justificar con un afectado refinamiento. En esta actitud está el origen de las palabras decadentismo y decadente. Es una actitud similar a la de los nuevos ricos: tratan de suplir sus carencias con una sobrevaloración de que poseen, lo que hace que esos símbolos vayan perdiendo importancia para los que aúnan dinero, poder político o social y refinamiento: los que tienen verdadero prestigio y el más elevado estatus.

    Todo ello es fruto de la mala sintaxis de los símbolos prestigiosos. Si no hay una combinación consecuente de los símbolos que indican y confieren estatus y posición social, la persona queda delatada como “un nuevo rico” o “uno venido a menos”, expresiones que encierran una contradictoria actitud de envidia y desprecio por parte del resto de grupos sociales.

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    Azul y rosa: para niños y niñas

    ¿Por qué los niños visten de azul y las niñas, de rosa?

    En primer lugar, podríamos decir que sirve para comunicar a la sociedad el sexo de nuestros hijos cuando tienen una edad en las que las diferencias sexuales no son evidentes: Hasta la pubertad, las formas del cuerpo y la distribución del pelo corporal y facial no manifiestan el sexo de las personas. En los primeros meses de vida, ni siquiera el cabello, generalmente escaso, permite marcar la diferencia sexual mediante diferentes longitudes y estilos de corte: cualquiera que haya tenido hijos, y no se haya sometido a la costumbre del rosa o azul, se habrá encontrado con la situación de: "– ¡Qué niño más guapo tienes!" "–Es niña".
    Esto explicaría que se vista a los bebés enteramente de rosa o azul y, a medida que puede evidenciarse su sexo a través del cabello y de los gestos aprendidos (“los niños son más brutos y las niñas más cursis”), vayan combinándose nuevos colores durante la infancia. El color realmente marcado de la oposición (el rosa) se conserva más tiempo en los complementos y las prendas de las niñas. Por esta razón suele excluirse de todo lo masculino: para los niños se puede prescindir muy pronto del azul como color característico e ir incorporando el resto de colores, excepto el rosa. Sólo en los últimos años, los varones adultos han podido utilizarlo en sus camisas y corbatas sin menoscabo de su masculinidad.

    Sin embargo, la diferenciación sexual no parece demasiado importante a una edad en el que varones y mujeres reciben un parecido trato social.

    A veces se ha dicho que estos colores responden a motivos religiosos: como había una alta mortalidad infantil, se trataba de proteger a los bebés vistiéndolos con los colores de la Virgen. Sin embargo, no parece una teoría aceptable, porque donde más éxito tuvo esta moda fue en los países protestantes (Inglaterra, Alemania, Holanda, Escandinavia, Estados Unidos...), donde no se venera a María. Además, los colores característicos de la Virgen María son el blanco para el vestido y el azul para el manto, que simbolizan la pureza y virginidad; nunca lo han sido el rosa o el rojo.
    Las verdaderas necesidades que sintieron quienes empezaron a utilizar el azul y el rosa para la ropa infantil fueron convertir estos colores en símbolo de su nivel económico y diferenciar a sus hijos de los niños pobres, sucios y vestidos de gris, marrón o negro. Es un recurso acorde con la mentalidad burguesa protestante: sencillo, pero efectivo; alejado de la ostentación nobiliaria. Con sus colores claros, los niños ricos se alejaban real y simbólicamente de la suciedad y el barro de la calle; y el mancharse no era un problema grave cuando la economía familiar permite pagar a una lavandera o sustituir la prenda por otra nueva.
    Prueba de que la principal razón no es de diferenciación sexual, sino social y de prestigio, es que, a medida que las clases modestas fueron mejorando su nivel económico durante el siglo XX, tuvieron más facilidad de limpiar la ropa (con las lavadoras mecánicas) y asumieron la moda del azul y rosa infantil; las clases acomodadas han ido abandonando esta diferenciación cromática de los bebés, como algo pasado de moda, incluso de mal gusto o adefesio. En su lugar, los niños y niñas de las clases altas han empezado vestirse con colores vivos u oscuros (rojo, amarillo, azul vivo o azul marino, verde oscuro), con combinaciones de estos colores en rayas y cuadros, con prendas muy específicas para cada ocasión (de vestir, de sport, uniforme de colegio) y ajustadas al cuerpo, que obligan (por el rápido crecimiento del niño) a una continua renovación. Todo ello permite exhibir la capacidad económica de la familia.

    ¿Pero por qué se eligieron el rosa y el azul celeste?
    No parece que haya razones sexistas: ambos colores se oponen en un mismo plano y ninguno de ellos parece más prestigioso que otro.
    Si el celeste es mezcla de azul y blanco y el rosa, mezcla de rojo y blanco, la dicotomía retomaba la antigua idea (surgida en Europa a finales de la Edad Media y desarrollada en los siglos posteriores a través de diversas valoraciones simbólicas) de considerar que el azul es masculino y el rojo es femenino. Pero el blanco convertía a ambos en colores pastel que transmitían las ideas de higiene, elegancia, pureza e inocencia.
    Sin embargo, el azul sólo puede considerarse masculino cuando se opone al rojo, que sí es verdaderamente femenino (caperucita roja, el carmín de lo labios, el anillo de rubíes de la prometida...) Esto explica que sea habitual vestir a una niña de azul, pero muy extraño vestir a un niño de color rosa.

    La dicotomía ha pasado de la ropa a otros objetos infantiles y, por ejemplo, es habitual que en los juguetes femeninos predomine el rosa y en los masculinos, el azul.

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    Comunicación no verbal: características

    Lo más destacable de la comunicación no verbal es su variedad y complejidad, porque incluye mensajes de muy diverso tipo: características físicas (altura, constitución física, color del pelo, rasgos faciales...), expresión facial, gestos, postura y movimientos corporales, vestuario y adornos personales, distribución del espacio, administración del tiempo y los componentes paraverbales relacionados con la voz (tono, ritmo, volumen...)

    Por otra parte, los signos no verbales pueden mostrarse de forma simultánea, lo que provoca que, en ocasiones, resulten confusos o lleguen a contradecirse unos con otros. Todo esto hace difícil delimitar las unidades mínimas que constituyen la comunicación no verbal y cuáles son las reglas que siguen para combinarse entre ellas. No obstante, se pude decir que las principales características de la comunicación no verbal son:
  • En general, existe una gran relación con los aspectos verbales de la comunicación. El lenguaje verbal siempre va acompañado de aspectos no verbales, como la distancia entre emisor y receptor, los gestos, la expresión facial. En muchos casos, la comunicación verbal solo se considera completa si se acompaña de ciertos gestos no verbales, con lo que nos aseguramos de que se interpreta correctamente la finalidad de las palabras: el saludo, la despedida, la amenaza, el acatamiento de una orden... Asimismo, los signos no verbales tienen una gran importancia en la retroalimentación comunicativa o feed back.
  • Los signos no verbales pueden tener más importancia que las palabras dichas. Aunque algunos autores se atreven a dar datos numéricos sobre la importancia proporcional que tienen los mensajes no verbales sobre los verbales, creemos que sólo se basan en suposiciones. Sin embargo, sí parece que en la mayoría de los procesos comunicativos lo expresado por elementos no verbales transmite mucha más información que las palabras expresadas. Si alguien nos pide perdón, nos consuela o nos amenaza, sus palabras sólo serán creíbles si van acompañadas de ciertos gestos o cierto tono de voz.
  • La comunicación no verbal es inevitable, porque los canales no verbales siempre están abiertos: siempre comunicamos, incluso con el silencio y la quietud de nuestro cuerpo.
  • En la comunicación no verbal, predominan las funciones expresivas y conativas sobre la referencial. En general, percibimos el estado de ánimo del emisor más por su aspecto, tono de voz y gestos que por lo que nos dice: todos hemos adivinado, en alguna ocasión, que quien nos decía que se encontraba bien, en verdad estaba deprimido o enfermo o enfadado. De igual forma, nuestros actos de respuesta a lo que se nos comunica están más condicionados por la actitud de quien nos lo pide que por su petición verbal: nadie se ve obligado a obedecer a quien lo hace sin autoridad.
  • Los mensajes no verbales forman diferentes sistemas comunicativos en función de la cultura y la época. No es que cada cultura tenga un sistema propio, sino que los sistemas condicionan las culturas. Dominar la cultura (“tener cultura”, en sentido amplio) es conocer los rituales que nos permiten expresarnos con la forma no verbal adecuada a cada situación comunicativa.
  • Algunos actos que en principio no son comunicativos se especializan por su forma y su frecuencia como medio para transmitir información y llegan a ser comunicativos, por haberse convertido en rituales. Es el llamado proceso de ritualización.

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    Señales batuta.

    Las señales batuta son gestos con los que el hablante va marcando el ritmo de sus palabras, enfatiza, añade matices, pide atención al oyente, lo amenaza, le suplica, etc. Reciben el nombre de señales batuta porque, con ellas, se hace algo parecido a lo que pretende el director de orquesta con su batuta: mostrar cómo se debe interpretar la partitura (o lo que se está diciendo) y que los músicos (o los oyentes) actúen de acuerdo con esas señales.
    Estos gestos se encuentran tan asociados a la comunicación oral que los hacemos incluso cuando el oyente no puede vernos, como es el caso de una conversación telefónica.
    Su variedad, frecuencia, amplitud e, incluso en ocasiones su significado varía entre sociedades y entre las personas de una misma sociedad de igual forma que, para decir lo mismo, cada hablante emplea un tono de voz, elige unas palabras u otras (con sus connotaciones personales implícitas), utiliza una frase sencilla o compleja, directa o irónica, etc.
    Cada persona tiene preferencia por unos u otros y puede conceder diferente significado a cada uno de ellos. En general, las personas de clase baja gesticulan más, pero con menos determinación que las de clase alta. Asimismo influye el lugar en el que nos encontremos, el número de receptores y la distancia a la que éstos se encuentren: se gesticula más en un espacio abierto y dirigiéndose a muchas personas que en un espacio cerrado ante un solo oyente, porque, en este caso hay otros recursos más sutiles para marcar el ritmo o el énfasis.
    Desmond Morris, en su libro El hombre al desnudo, hace la siguiente clasificación de estas señales batuta, o baton signals:
    1- Asimiento en vacío. Poner la mano en forma de piña o tocar el pulgar con el índice, significa que se quiere ser preciso y se pide al oyente que lo perciba así.

    2- Intención de asimiento en vacío. Los gestos anteriores, pero sin llegar a unir las yemas de los dedos, significan que el hablante busca ser preciso, pero transmite que tiene dudas sobre lo que dice.

    3- Asimiento poderoso en vacío. Cerrar los dedos y apretarlos, especialmente si el puño está cerrado, demuestra determinación y fuerza de la idea.

    4- Intención de asimiento poderoso en vacío. Cuando el orador agarra el aire sin llegar a cerrar el puño está tratando de dominar la situación, pero todavía no lo ha conseguido.

    5- Golpes en el vacío. El movimiento de la mano simulando un hachazo significa que se quieren llevar las ideas a una conclusión, aunque aún estén confusas. Hacer un movimiento de tijera con los brazos trata de cortar la oposición a lo que se dice y abrir el camino a través de lo que se considera una barrera hostil. Utilizar la mano como puntero o dar un puñetazo en el aire son agresiones que tienen más que ver con la relación que se mantiene con el interlocutor que con lo expresado.

    6- La mano plana, con los dedos juntos, y extendida ante el cuerpo. Con la palma hacia arriba, se pide algo a los oyentes. Con la palma hacia abajo, se intenta acallar al auditorio o calmar su estado de ánimo. El orador puede protegerse o rechazar algo imaginario que siente acercarse mostrando de frente la palma de la mano. Si busca protección, seguramente creará una barrera con las palmas de la mano hacia dentro. De esta misma forma puede tratarse de abarcar el tema de que se habla o acercar psicológicamente al oyente. Una mano que sube y baja con la palma de lado también trata de acortar distancias psicológicas entre los interlocutores.

    7- Intención de tocar. Los dedos se extienden en forma de abanico, como si se tratara de tocar con cada uno de ellos a un sector del público.

    8- Mano juntas. Indica que el orador trata de buscar su intimidad, aunque a menudo surge el conflicto, porque las manos hacen amagos de separarse como si se buscara participar en la propuesta lanzada. Es un gesto propio de personas inseguras y preocupadas por su situación, aunque con necesidad de comunicarse.

    9- El dedo índice como batuta. Es un gesto autoritario si el dedo apunta frontalmente al oyente, quien se siente amenazado por esa espada o pistola imaginaria. También es una amenaza si se mueve arriba y abajo, porque el oyente teme que en cualquier momento ese dedo caiga imaginariamente sobre él. El dedo índice moviéndose rítmicamente, como si fuera la batuta del director de orquesta, también es percibido como hostil, pero en este caso porque se siente la intención de dominio del orador.

    10- La cabeza como batuta. Estas señales son propias del emisor cuando responde a preguntas; pero también de quien escucha en silencio, lo que supone una retroalimentación o feed-back que el emisor puede utilizar para reconducir su enunciado. Pueden ser movimientos de cabeza para asentir o negar; dejar caer la barbilla sobre el pecho para mostrar desinterés o desacuerdo; echar la cabeza hacia atrás con un movimiento rápido para demostrar total oposición a lo dicho, etc.

    11- Cuerpo batuta. Se mueve todo el cuerpo, acercándose físicamente al oyente para transmitirle cercanía psicológica o alejándose de él con intención defensiva o de demostrar desacuerdo. Moverse vehemente o enérgicamente para demostrar determinación absoluta y autoritarismo (por ejemplo, Hitler en sus discursos multitudinarios).

    12-Pie batuta. Pateo simulado o real asociado a énfasis violentos o absolutos desacuerdos. En este caso, son famosos los ejemplos de los pateos en el Congreso de los Diputados y, más expresivamente, el golpear la mesa con un zapato (Xose Manuel Beiras en el Parlamento Gallego en 1993 o Nikita Jruschov en la Asamblea de la ONU en 1960) o lanzarlo al contrario (el periodista iraquí Muntazer al Zaidi contra George Bush en 2008).

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    El contacto físico es una señal directa de unión entre personas, que no siempre tiene que ser amistosa, amorosa o de cooperación, porque el enfrentamiento también puede ser una forma de mantener unidos a dos individuos.
    Puede haber innumerables formas de tocarse para expresar la unión personal, pero nosotros vamos a limitarnos a las más habituales en las relaciones de no enfrentamiento:

    a) Apretón de manos: Es un tipo de saludo formal que, en nuestra cultura se da entre hombres adultos o, cada vez más en situaciones profesionales, entre un hombre y una mujer o entre dos mujeres. Sólo tiene especial relevancia como señal de verdadera unión si ese apretón se amplifica por su duración, por la repetición del movimiento, por agarrar simultáneamente con la mano libre el brazo de la otra persona, etc.

    b) Guía del cuerpo: Quien tiene más autoridad en la relación (o en una situación concreta) guía el cuerpo de la otra persona con una leve presión sobre la espalda o el hombro, tomándole de brazo o de la mano.

    c) Palmada: Entre adultos sólo se dan en la mano, el brazo, el hombro o la espalda. Fuera de estas zonas, ya no sería una señal de unión, sino de otro tipo: por ejemplo sexual (palmada en las nalgas) o corrector (bofetada).

    d) Cogerse o agarrarse del brazo: Implica una ligazón emocional que transmite que se camina al unísono con el mismo objetivo. Quien toma del brazo a otro, acepta el camino elegido por éste. Caminar de esta forma es muy habitual en matrimonios estables y convencionales, donde el marido ofrece el brazo a su esposa. Al menos en España, esta forma de caminar se está limitando a los matrimonios de mayor edad y a cuando alguien guía a un familiar anciano. En otros casos, ayuda a un ciego en un cruce, a un enfermo en los pasillos del hospital, etc., predomina el carácter protector.
    e) El brazo sobre el hombro del otro: Es una señal que utilizan sobre todo los varones adultos, tanto sobre el hombro de una mujer como sobre el de otro varón. Al igual que la guía del cuerpo, suele indicar quién tiene el mando o autoridad. Por esta razón, al caminar un matrimonio convencional, el marido suele llevar la mano en el hombro de su mujer, mientras que ésta pasa el brazo por la cintura de él.

    f) Brazo por la cintura: Implica mucha intimidad y transmite la existencia de una unión profunda con el otro.

    g) Mano con mano: Indica mutuo ofrecimiento en el que ninguno demuestra interés en mandar. Las parejas que así caminan suelen ser jóvenes en las que ambos se sienten iguales en derechos y deberes. Cuando un padre o una madre toma de la mano a su hijo pequeño, es como si le ofreciera el brazo para guiarle con autoridad, pero condicionado por la diferente altura y tomando la precaución de agarrarle para que no pueda escapar.

    h) Abrazo total: Entre adultos, está reservado para momentos de gran intimidad o emoción: relaciones sexuales, consuelo por una desgracia, felicitación por un logro importante, despedidas o reencuentros intensos. Se exceptúan de este carácter el abrazo entre bailarines o entre deportistas que celebran un triunfo.

    i) Beso: Es una señal compleja porque adquiere su verdadero significado dependiendo del momento, el lugar, la duración o la parte del cuerpo besada (frente, mejilla, labios, manos, genitales, etc.)

    j) Poner la mano en la cabeza: Significa que existe gran intimidad y confianza porque supone que se deja lo más delicado y fundamental del cuerpo en manos del otro: a pocos se les consiente “poner la mano encima” de uno. Acariciar el pelo o la cabeza tiene una fuerte carga sexual.

    k) Contacto de cabeza con cabeza: Significa la existencia de un pensamiento común que implica aislamiento e indiferencia por el resto del mundo. Esta posición, por ejemplo, es típica de jovenes enamorados que observan el atardecer en silencio, sin importarles más que el estar juntos sintiendo la misma emoción.

    l) Caricia: Excepto cuando se dirige a un niño muy pequeño, suele tener carácter sexual. No obstante en relaciones familiares, también puede pretender consolar de una desgracia.

    m) Sujeción del cuerpo del otro: Suele limitarse a los casos en que es necesario auxiliar a quien, herido o enfermo, no puede caminar por sí mismo y a tener en brazos a los niños que aún no saben andar o son muy pequeños. A excepción de estos casos necesarios, quien levanta el cuerpo de la otra persona, da a ésta un valor excepcional en momentos especiales: la recién casada que entra en la nueva casa en brazos del novio o el torero que sale a hombros por la puerta grande.

    n) Ataque fingido: Es una señal de unión que suelen utilizar los varones jóvenes y exige gran unión y confianza entre el atacante y la víctima. El atacante está seguro que puede fingir un ataque sin generar en la víctima una reacción violenta, alarma o enfado.


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    Saludar es mucho más que decir “hola” o “buenos días”: facilita las buenas relaciones con otras personas y nos permite mostrarnos educados y corteses.

    El saludo es una señal de unión personal que pretende transmitir a los demás que les deseamos lo mejor o, al menos, no les deseamos ningún daño. Por esto, el no saludar o no devolver el saludo demuestra hostilidad, personal o social. Retirar el saludo a alguien es una forma de agresión.

    Las diferentes formas de saludo (beso, apretón de manos, inclinación de cabeza, simple mirada...) vienen condicionadas por la relación personal o la distancia física entre las persona (amor, familiaridad, amistad, cercanía, relación profesional, simple gesto de cortesía, etc.), pero lo que no debe faltar es un gesto amable o una sonrisa que refuerce la sinceridad del saludo.

    En los momentos importantes, los saludos se amplifican y se procura hacer exhibición de ellos. Esto ocurre, por ejemplo, al encontrarnos con alguien después de una larga separación, cuando alguien cambia de situación personal (al casarse o tener un hijo) o en acontecimientos (cumpleaños o reuniones sociales). Por ejemplo, en el encuentro tras una larga separación, el saludo exagerado parece querer compensar los saludos que no hemos dado en ese tiempo; y al despedirnos para un largo periodo, también exageraremos los gestos como si buscáramos que el otro se lleve una reserva de nuestro afecto.
    El saludo en las reuniones sociales se organiza en cuatro fases de exhibición:

  • Exhibición de incomodidad: Hacemos cosas que no son cómodas, como muestra de respeto hacia los demás y para demostrar que nos esforzamos por él: nos vestimos con mejores prendas y con más cuidado que el resto de los días, incluso de etiqueta; podemos desplazarnos a buscar al invitado; en casa, salimos a recibirlo a la puerta, etc. La mínima incomodidad sería esperar sentado hasta que aparece el invitado y entonces levantarse para saludarlo.
  • Exhibición lejana: Con diferentes gestos, mostramos que hemos visto a quien vamos a saludar e, incluso, los “presaludamos”: sonreír, levantar las cejas, mover la cabeza, gesticular con la mano, intento de abrazar, una voz.
  • Exhibición cercana: Se caracteriza por el contacto corporal (abrazo, beso, apretón de manos, llanto de emoción, etc), el contacto visual y la sonrisa. Su intensidad depende de la relación personal anterior, el tiempo de separación, los acontecimientos ocurridos desde entonces (la muerte de un familiar, una enfermedad o el matrimonio de uno de los que saluda), el lugar de encuentro, las costumbres culturales, etc.
  • Exhibición servicial: El anfitrión sirve personalmente o de forma vicaria al invitado: recoge su abrigo, le acerca una silla, le ofrece una bebida, etc.

    La forma de exhibir el saludo no sólo depende del ámbito cultural en que nos hemos educado, sino también del carácter de cada persona. Por ello pueden surgir conflictos o malos entendidos.

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    Señales de unión entre personas.

    Hay señales de unión que se expresan mediante el lenguaje no verbal e indican la existencia de una relación personal entre quienes participan en ese acto comunicativo. Entre la señales de unión la más obvia es la proximidad corporal.

    Las personas vivimos en sociedad y, generalmente, evitamos la soledad. No sólo la evitamos por interés personal, sino porque socialmente está castigada. Para evitar que puedan penalizarnos, tratamos de mostrar señales de unión que indiquen que mantenemos relaciones con los demás.

    La relación social empieza con la presentación y, a través de encuentros sucesivos, va aumentando el intercambio de información personal. Siempre resulta desconcertante que en un primer encuentro alguien nos cuente su vida y la de su familia. Al consolidarse la relación se reducen las señales formales: el nombre se hace más familiar (del “señor López” podemos pasar a “Manuel” o incluso a un apodo que no sea ofensivo); pueden desaparecer el apretón de manos o los besos de saludo y reservarlos para los encuentros tras una separación prolongada; los periodos de silencio se alargan sin sensación de incomodidad y sin necesitar llenarlos con comunicación fática; las charlas pueden ser más ligeras y relajadas y no hay tanta necesidad de intercambiar anécdotas personales.
    Lo más característico de que se ha pasado de una “etapa de conocimiento” a una “relación consolidada” es que las personas participantes pueden comportarse como si no se conocieran: algunas falsas parejas que intentan hacerse pasar por parejas estables, pero se delatan por mostrar exageradas señales de unión y amabilidad: caminan muy abrazados, se hablan, sonríen y besan demasiado, parecen exhibir una falsa alianza de matrimonio...

    Algunas personas buscan falsas uniones para aumentar su estatus social o para ocultar situaciones mal vistas socialmente: mencionar o dejarse ver con alguien importante realza o aumenta nuestra valoración social; una joven sin novio puede salir con su hermano para simular que tiene pareja; algunas personas llegan al matrimonio con el único fin de ocultar una homosexualidad clandestina o de crear una señal de unión con, en teoría, corresponde a personas con éxito.

    Las señales directas de unión son el contacto o proximidad corporal, gestos compartidos e intercambios verbales.
    Algunas señales de unión son indirectas y pueden percibirse en presencia de los participantes (cama de matrimonio, compartir una mesa e incluso el mismo plato de comida, etc.) o en su ausencia (fotografías, anillos de bodas, libros dedicados, etc.).

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    Tipos de gestos

    Tipos de gestos

    Clasificaremos los gestos según el grado de elaboración cultural que implican. Para ello seguimos el criterio de Desmond Morris.

    Los gestos son actos que envían una señal visual mediante el movimiento de de alguna parte del cuerpo, las manos, los brazos, la cara o de la cabeza, por lo que forman parte de la comunicación no verbal. Para considerar que esos movimientos representan un verdadero gesto, tienen que ser captados por alguien ajeno a quien lo realiza y transmitir información, porque lo importante no son las señales enviadas, sino las recibidas.

    Por su intencionalidad, debería hacerse una primera distinción:

  • Gestos primarios: los que se realizan intencionadamente ante otro (por ejemplo, el saludo con la mano).
  • Gestos secundarios: los actos mecánicos, sin intención comunicativa, pero que involuntariamente transmiten información secundaria (por ejemplo, un estornudo dice sobre nuestro estado de salud).

    Por su nivel de elaboración y complejidad cultural podemos diferenciar los siguientes tipos de gestos:

  • a) Gestos incidentales: Son actos mecánicos que no tendrían, en principio, intención comunicativa, pero de los que los demás obtienen información sobre nosotros, incluso información que pretendíamos ocultar. Si bostezamos o apoyamos la cabeza durante una reunión estaremos diciendo que nos aburrimos. Pero estos gestos incidentales pueden ser utilizados para transmitir un mensaje diferente al original: bostezar intencionadamente durante una conferencia para molestar o insultar al conferenciante. Por el contrario, la cortesía y la buena educación tratan de controlar estos gestos para adaptarlos a las normas sociales.
  • b) Gestos expresivos: Son gestos biológicos muy relacionados con los incidentales, porque en principio tampoco eran actos comunicativos, y podemos compartirlos con algunos animales. Son el resultado de una emoción inmediata o de un estado emocional: alegría, pena, tensión, dolor... Aunque están generalizados en todo el mundo, los gestos expresivos están condicionados por la cultura: el gesto de sorpresa, el llanto o la risa no son iguales en todos los sitios.
  • c) Gestos mímicos: Transmitimos un mensaje por imitación de la realidad, parodiando lo más fielmente posible a una persona, un objeto o una acción, por lo que pueden ser entendidos por personas de otras culturas. Hay que distinguir algunas variantes: la mímica social, cuando simulamos gestos por conveniencia social (sonreímos en una reunión aunque estemos tristes); comunicativa en ausencia de un objeto, cuando bebemos de un vaso imaginario para indicar que tenemos ser; la mímica parcial, cuando acompañando o no a la comunicación verbal representamos algo que no podemos ser: un pájaro, un elefante o la lluvia; la mímica teatral, propia de lo actores.
  • d) Gestos esquemáticos: Son una variante abreviada de los gestos mímicos, porque tratan de representar algo empleando una sola característica muy destacada, aunque no sea de forma totalmente real. Así, la señal de los cuernos representa a los toros, pero existen muchas variantes en función de cada cultura.
  • e) Gestos simbólicos: Suponen un paso más allá de los gestos mímicos, porque se refieren a algo abstracto que no siempre es fácil de expresar. Por esta razón, dependiendo del contexto cultural, un mismo significado puede expresarse con varios gestos y un mismo gesto puede tener varios significados. La estupidez puede expresarse en nuestra cultura golpeando, atornillando o girando el dedo sobre la sien; pero en otras se golpean el codo del brazo levantado o dan vueltas a la mano alzada. Y en Arabia, la expresan tocándose el párpado inferior con el dedo índice, que para nosotros significaría atención, astucia o listeza.
  • f) Gestos técnicos: Forman códigos especializados para actividades técnicas en las que no es posible o no conviene la comunicación verbal y en las que tanto el emisor como el receptor son especialistas: buceadores, bomberos, realizadores de cine, radio o televisión tienen sus propios códigos de gestos.
  • g) Gestos codificados: Suponen lenguajes visuales estructurados porque cada gesto adquiere su valor en relación con el resto. Se basa en una sistematización científica de las señales y el más conocido es la lengua de signos para sordos.


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    La imagen del profesional

    ¿Cuál es la imagen del profesional en la sociedad actual? ¿Cómo se debe vestir en los trabajos? Las respuestas siempre serán parciales y subjetivas.
    Nuestra apariencia dice lo que somos y crea en los demás una opinión sobre nosotros. Se transmite una información bastante objetiva sobre nuestro sexo, edad, nivel económico y social, etc., pero también provoca una primera impresión sobre la personalidad que suele marcar bastante las actitudes de los demás. Por esta razón, para lograr el éxito profesional conviene transmitir eficacia, responsabilidad, seguridad en uno mismo.

    En la sociedad occidental actual, la imagen de los profesionales urbanos que tienen éxito suele responder a las siguientes características:

    EN LOS HOMBRES:
    Los trajes son de calidad y a la moda en colores sobrios y discretos: negro, azul marino o gris
    Predominan las camisas blancas o de colores claros, lisas o con rayas poco marcadas.
    Las corbatas son de diseño discreto (lisas, rayadas o con topos), aunque en el color se permite una mayor libertad.
    Los zapatos suelen ser negros, sin demasiado tacón (aunque sea de estatura baja) y siempre limpios y brillantes.
    Imagen aseada: pelo no demasiado largo, cara afeitada o barba bien recortada, uñas cortas y limpias.
    Los accesorios suelen ser discretos y no ostentosos, aunque el reloj o la pluma (mejor que un bolígrafo) deben ser de buena calidad.
    Las joyas suelen limitarse a un anillo.
    No se abusa de perfumes o lociones y siempre de olores discretos.
    EN LAS MUJERES:
    Usan normalmente traje sastre, de falda o pantalón, y de colores sobrios, aunque, para las mujeres esán permitidos algunos colores distintos del negro, gris y azul marino.
    Evitan las minifaldas, las transparencias y los escotes profundos
    Las blusas o camisas suelen ser lisas o con rayas discretas y de color preferiblemente claro.
    Los zapatos no tienen demasiado tacón y el cinturón y el bolso son del mismo color.
    El color de las medias está en armonía con el de los zapatos y la falda.
    No se maquillan demasiado y siempre discretamente. Evitan el carmín de colores llamativos y los perfumes demasiado fuertes.
    No abusan de las joyas.
    No llevan las uñas excesivamente largas, ni tan cortas como las de los hombres.
    Se arreglan y peinan el pelo para transmitir profesionalidad evitando la excesiva longitud ni volumen.
    Adaptan los accesorios a las proporciones del cuerpo.
    Pueden permitirse un pañuelo de seda que dé un toque de personal calidad a un conjunto en el que predomina la discreción.


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    Hablar y callar en el refranero.

    Numerosos refranes y sentencias aconsejan ser cautelosos a la hora de hablar y previenen contra los perjuicios de hablar de más y aconsejan saber escuchar, callarse en el momento oportuno o guardar silencio. Como decíamos en la presentación de este blogo, comunicamos tanto con el habla como con el silencio.

    El habla es plata; el silencio es oro o, al menos, el poco hablar es oro, y el mucho es lodo porque sabio es quien poco habla y mucho calla. El callar no te convierte en sabio, pero disimula tu ignorancia: habla poco y anda grave, y parecerá que sabes, habla poco, escucha más y no errarás ya que quien mucho habla, mucho yerra. Un proverbio chino afirma que el hombre sabio instruye sin utilizar las palabras, quizá porque sabe que las palabras se las lleva el viento sobre todo cuando se trata de palabras vanas, ruido de campanas.

    El refranero destaca el valor del silencio porque en boca cerrada no entran moscas y una boca cerrada más fuerte es que una muralla, pero también aconseja hablar en el momento oportuno contra aquello que podría perjudicarnos, porque el que calla, otorga y más vale un palabra a tiempo que cien a destiempo

    Si bien es verdad que hablando se entiende la gente, saber medir las palabras es conveniente: a buen entendedor pocas palabras bastan y nos evita graves perjuicios, porque por la boca muere el pez, una palabra deja caer una casa y una imprudente palabra, nuestra ruina labra.

    Terminamos, esta entrada, con el refrán italiano que advierte de que la sabiduría viene de escuchar; y de hablar, el arrepentimiento. Por ello, nos arrepentimos de haber aconsejado en otro artículo no recurrir a las frases hechas, los refranes y los tópicos, para conseguir un estilo natural y elegante.
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    Angela Merkel se siente incómoda con los gestos afectuosos de Sarkozy. No comparten el mismo lenguaje corporal. Aunque hay dudas sobre la veracidad de la noticia, el periódico suizo “Le Matin” informó de que la canciller alemana se había quejado a través de su embajador en París de los modos demasiado amigables con que la trata el presidente francés.

    ¿Pero la queja se debe a que existe una diferencia de lenguaje no verbal o a que Merkel entiende perfectamente el lenguaje de Sarkozy?

    La mayoría de los medios de comunicación considera que se trata de un malentendido cultural: los dos mandatarios no comparten el mismo concepto de la distancia personal que debe existir en sus encuentros políticos.

    Cada cultura y cada individuo tiene su propio concepto de espacio personal. Cuando dos personas difieren en ese concepto surge la incomodidad: una verá invadido su espacio y la otra podría percibir rechazo. En el mundo árabe o hispanoamericano, las personas se relacionan situándose muy próximas; en Asia, hay que mantener mayor separación para no incomodar al otro; En Europa, la distancia es intermedia, pero no deja de haber sutiles, aunque notables diferencias entre diferentes países o regiones.

    Eduard Hall, creador del término proxemia, hizo notar que la distancia física en las relaciones personales está interrelacionada con la distancia social entre las personas. Distinguió cuatro distancias: íntima, personal, social y pública. Hall trató de definir objetivamente (pero desde un punto de vista anglosajón) cada una de ellas y le asignó unos valores en pulgadas o pies. Pero hay zonas que pueden ser confusas y, por otra parte, cada individuo define las suyas de acuerdo con su cultura y circunstancias personales.

    La noticia que comentamos se debería a que Sarkozy y Merkel consideran diferente la distancia física que exigirían sus encuentros políticos.

    La canciller alemana cree que su homólogo no respeta la distancia personal, propia de las reuniones sociales y de trabajo (entre 50 cm y algo más de un metro, contacto físico muy limitado) y que entra en la distancia íntima (inferior a 50 cm.y reservada a las relaciones de mucha confianza: familia y amigos). Su cultura, influida por el protestantismo y el comunismo, no considera normal un acercamiento excesivo entre las personas, ni tocarse mientras se conversa, ni hacer demasiada ostentación de los sentimientos. Una buena relación personal no exigiría tanta cercanía física, ni contactos físicos. Merkel considera invadido su espacio íntimo, porque no comparte el mismo concepto de proxemia que Sarkozy: ella cree que es suficiente un apretón de manos para saludarse; pero Sarkozy la besa. Después del saludo, el presidente francés se mantiene físicamente muy cercano e incluso la toma del brazo, le pone la mano sobre el hombro, le palmea la espalda...

    La cultura de Sarkozy, católica y mediterránea (a pesar de sus orígenes húngaros y judíos), no censura la demostración pública de afecto y permite una mayor proximidad y contacto físico entre los interlocutores. También es posible que él reduzca la distancia personal debido a su propio carácter o su interés por demostrar una cercanía ideológica o de intereses nacionales.

    En la prensa española, aunque no han faltado los titulares objetivos como el de El Periódico de Aragón: “A Merkel le molesta el trato de Sarkozy” ; han predominado los de referencias eróticas que encierran tanto una crítica al populismo de Sarkozy como una burla del puritanismo alemán: “A Merkel no le gusta que Sarkozy la manosee” (El País); “No me achuches, Sarkozy” (El Mundo); “A Merkel no le gusta que Sarkozy la toque” (Cadena Ser); “Los arrumacos entre Merkel, Sarkozy” (20 minutos); “A Merkel le incomodan los toqueteos de Sarkozy” (La Vanguardia).

    Sin que la noticia llegara a ocupar grandes titulares, ya en septiembre, los periódicos The Times y Le Parisien habían publicado la noticia de que a Merkel no le gustaban las formas del presidente francés; pero lo atribuían a que la canciller alemana consideraba que los abrazos, besos y palmaditas no eran sino una forma de “imponer el control” en las relaciones políticas. Reflejarían la voluntad de dominar la situación.

    En las relaciones personales, está aceptado que quien tiene un estatus superior pueda tocar al inferior, pero no al contrario: piénsese en las relaciones médico-enfermo, profesor-alumno, encargado-operario... Si la relación de estatus no estuviera definida, quien inicie el contacto físico adquirirá una importante ventaja, y debería ser impedido o limitado por quien no desee ser dominado. Por ejemplo, tras una discusión, el ofendido suele marcar la distancia emocional e impedir la reconciliación con un furioso mandato: “¡No me toques!”. El dejarse tocar implicaría dejar la iniciativa al otro y concederle ventaja. Cuando no hay un verdadero cariño, el tocamiento implica un cierto grado de violencia. A este sentido podría aludir otro titular del periódico 20 minutos: “Angela Merkel no quiere que Nicolas Sarkozy le ponga la mano encima”.

    Si es cierta la noticia de que la queja se ha tramitado por vía diplomática, parece lógico pensar que las verdaderas razones del enfado de Merkel responden al pragmatismo político.

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    El pelo y la identidad sexual

    El pelo dice la edad.

    El pelo diferencia a las personas por su edad, además de hacerlo por su sexo, como ya vimos.

    En la infancia el pelo se limita a cubrir la cabeza. Ni los niños, ni las niñas tienen pelo en otras zonas de su cuerpo.

    El nacimiento de pelo en otras partes del cuerpo, más allá de la cabeza, marca el paso de la infancia a la adultez, además de destacar las diferencias sexuales entre los hombres y las mujeres.

    La barba, el bigote y el pelo en el pecho, las axilas y el pubis diferencian a un niño de un adulto. Estos signos nos dan información muy valiosa porque permiten diferencias muy importantes para la vida social entre dos varones de igual altura, de igual peso, con la misma cantidad y color de pelo en la cabeza si uno tiene barba y el otro aún carece de ella.

    Sobre la depilación del cuerpo de los hombres y del pubis (masculino o femenino), quizá podríamos preguntarnos si no es un síntoma de infantilización de la sociedad, o de paidofilia, disfrazado de preocupación higiénica.

    En los adultos, las canas surgen como un anticipo de la vejez. Cuando la esperanza de vida era limitada, llegar a “peinar canas” suponía un éxito vital y una respetabilidad. Actualmente, en los países occidentales, los jóvenes son menos que los viejos. Se exalta la juventud, se considera que la vejez es una carga y las canas ya no son símbolo de sabiduría, sino de estar anticuado. Nadie quiere ser una antigualla, ni ser retirado del mercado (laboral, social o sexual) por lo que se recurre a teñir el cabello y disimular la edad real. No obstante, el tinte tiene diferente consideración entre hombres y mujeres, como ya dijimos al hablar de la significación sexual del pelo.

    También, con la edad, bastantes hombres pierden el pelo de la cabeza. Al no ser un hecho tan generalizado, la calvicie supone una cierta penalización social y no implica connotaciones positivas que pueden asociarse a las canas. Una penalización es el que se les llame “calvos” (los no-calvos no reciben un apelativo especial) y sea frecuente oír: "Fulano, como está calvo, parece mayor”.
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    El pelo y la identidad sexual

    Desmond Morris dijo que el hombre era “el mono desnudo”, porque nuestro cuerpo no está cubierto de pelo que nos proteja. Esa desnudez nos diferencia de nuestros parientes los simios. No obstante, en algunas partes del cuerpo, los humanos conservamos pelo con diferentes funciones o significados.

    Es evidente que el pelo no está distribuido de igual forma en los hombres que en las mujeres.

    En la infancia, el pelo se limita a cubrir la cabeza tanto en los varones y como en las hembras. La sociedad corresponde a esta no diferenciación y trata a ambos sexos, en general, de forma más igualitaria que en la edad adulta, a pesar de que el cabello se corte y peine con intención diferenciadora.

    El nacimiento de pelo en el cuerpo, es el síntoma de que la persona se hace adulta y abandona la infancia, teóricamente asexuada. En la adultez, la distinción del sexo tiene una gran importancia, tanto biológica como social, y el pelo que nos proporciona la naturaleza colabora a destacar la identidad sexual.
    El pelo natural más diferenciador entre hombres y mujeres es el facial: barba y bigote. No es casual que sea la parte más visible en las relaciones sociales. El pelo del pecho es un rasgo considerado de especial masculinidad.
    En otras partes del cuerpo (axilas, piernas, brazos), surge tanto en el caso de las mujeres como de los hombres, aunque sea más abundante en su caso. En esas zonas del cuerpo, las mujeres de las sociedades más modernas evitan mostrarlo, recurriendo a la depilación. Es posible que, con ello, busquen distanciarse de lo masculino y compensar la tendencia a la igualación laboral, social, conductual o incluso en el vestuario. Actualmente son los hombres más jóvenes los que, en esto de la depilación, como en lo del teñido del cabello, tienden a la igualación con las mujeres y son cada vez más los que evitan el pelo en el cuerpo.
    En nuestra sociedad, todavía no significa lo mismo teñirse el pelo para las mujeres que para los hombres.
    El tinte es habitual entre las mujeres. Antes de que salgan las canas, con fines puramente estéticos; cuando empiezan a tenerlas, para disimular la edad y conservar un aspecto más joven y atractivo. Cuando una mujer decide no teñirse, o quiere subrayar su personalidad, por encima de la valoración social o transmite que ya ha renunciado a atraer posibles parejas sexuales.
    En cambio, los hombres no suelen recurrir al tinte. Aunque muchos jóvenes sí lo hacen actualmente, por gusto estético o por sentimiento de pertenencia a un grupo, en la madurez no es habitual y sigue siendo penalizado como un rasgo feminoide. Las canas en los hombres no están penalizadas estéticamente como las de las mujeres, y son valoradas socialmente porque sugieren la idea de ‘madurez’, ‘responsabilidad’, ‘sabiduría’.

    Con respecto a la calvicie, aunque en la femenina es excepcional, vuelve a darse la doble consideración entre hombres y mujeres. Una mujer calva, es impelida a utilizar peluca y puede reconocer abiertamente que la usa. La falta de pelo en la cabeza implica una cierta derrota para el hombre, pero está mejor considerado quien la soporta con cierta naturalidad que quien trata de disimularla. Un calvo con peluca, o con peinado tipo ensaimada para disimular la calvicie, suele ser motivo de burla o, al menos, de callado desprecio. No hay mayor ofensa para un calvo disimulado que hablar de esos trucos en su presencia, como refleja la expresión “ni hablar del peluquín”.

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