En una discusión entre vecinas, una le dijo a la otra:
¿Por qué mi vecina pudo utilizar esa frase como pulla?
El hecho de que los hablantes tengamos interiorizada la frase como un epitafio discursivo y, por tanto, asociado a la mención de un difunto, permite que adquiera especial relieve cuando la asociamos (ya que su significado denotativo lo permite) a otras situaciones. Por otra parte, el progresivo abandono en que está cayendo, hace que cuando la oímos suene en nuestro cerebro una campanilla que nos obliga a prestar especial atención en esas palabras, subrayadas por su forzado orden sintáctico (“que descanse en paz” sería la construcción más natural en español).
Pero el especial carácter hiriente procede del respeto dispensado al ex marido, que ya “descansa”, y de las connotaciones religiosas de la frase: esperanza de que haya “pasado a mejor vida” tras el “valle de lágrimas” y el sufrimiento que debió suponerle su matrimonio con semejante mujer.
La humillación de la agraviada se acentuó al no percatarse del ataque y tratar de corregir lo que pensó que era un error. ¡Cuánto mejor le hubiera sido callar y pasar por viuda!
-¡Cuánta razón tenía tu marido, que en paz descanse!La expresión “que en paz descanse”, traducción del epitafio latino requiescat in pacen (RIP) y que procede del final del responso, es una frase entre piadosa y cortés que se incluye en la conversación tras nombrar a alguien fallecido y concede la idea de un especial respeto al difunto. En los últimos años parece ir quedando reducida al habla de las mujeres mayores más tradicionales. Hace más de cuarenta años, Miguel Delibes ya utilizó esa frase como recurso para caracterizar a una mujer de clase media católica, tradicional y conservadora en su novela Cinco horas con Mario. La protagonista, Carmen, deja caer invariablemente el latiguillo tras cada una de las innumerables menciones de su “mamá”.
-Perdona, pero no soy viuda, me divorcié de él.
-¡Lo sé! Por eso lo he dicho.
¿Por qué mi vecina pudo utilizar esa frase como pulla?
Pero el especial carácter hiriente procede del respeto dispensado al ex marido, que ya “descansa”, y de las connotaciones religiosas de la frase: esperanza de que haya “pasado a mejor vida” tras el “valle de lágrimas” y el sufrimiento que debió suponerle su matrimonio con semejante mujer.
La humillación de la agraviada se acentuó al no percatarse del ataque y tratar de corregir lo que pensó que era un error. ¡Cuánto mejor le hubiera sido callar y pasar por viuda!
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