Quizá haya pensado sentar a su bebé frente al televisor, y bombardearlo con toda una colección de dibujos animados en inglés para que aprenda el idioma desde pequeñito. No se esfuerce. Así, el niño nunca aprenderá inglés.
Marvin Harris, en su libro Antropología cultural cuenta el caso del hijo de un matrimonio de sordos. El niño tenía unas capacidades normales para oír y comprender, y los padres creyeron que dejándole ver y oír la televisión llegaría a aprender inglés. Se daba la circunstancia de que el niño, por otros problemas de salud, no salía de casa y sólo se relacionaba con personas que utilizaban el Ameslan (Lengua de signos americana, utilizada por los sordos).
La capacidad lingüística natural de los humanos, permitió a este niño, que con tres años pudiera llegar comunicarse perfectamente mediante la lengua de signos, mientras que seguía sin saber nada de inglés.
Marvin Harris, en su libro Antropología cultural cuenta el caso del hijo de un matrimonio de sordos. El niño tenía unas capacidades normales para oír y comprender, y los padres creyeron que dejándole ver y oír la televisión llegaría a aprender inglés. Se daba la circunstancia de que el niño, por otros problemas de salud, no salía de casa y sólo se relacionaba con personas que utilizaban el Ameslan (Lengua de signos americana, utilizada por los sordos).
La capacidad lingüística natural de los humanos, permitió a este niño, que con tres años pudiera llegar comunicarse perfectamente mediante la lengua de signos, mientras que seguía sin saber nada de inglés.
Podemos observar que el aprendizaje es progresivo: desde sonidos o fonemas hasta llegar a las estructuras sintácticas complejas, pasando por pequeñas palabras, frases sencillas, reglas sintácticas básicas, la ampliación del vocabulario... Y todo ello gracias a que motivamos continuamente al niño para que pruebe y mejore sus conocimientos lingüísticos mediante la interrelación con otras personas, fundamentalmente a través preguntas y respuestas:
Cuando aún no se ha soltado a hablar, los adultos preguntamos infinidad de veces al niño: ¿quién es el niño más guapo?, ¿quién te quiere más que mamá? ¿está buena la papilla?... Cuando el niño adquiere cierto nivel de soltura es él quien nos agota con infinidad de preguntas: mamá (o papá) ¿por qué haces eso?, ¿por qué tengo que ir al cole?, ¿por qué la leche es blanca?...
El niño al que se refiere Marvin Harris tuvo oportunidad de ver la lengua de signos e interactuar con personas que la conocían; tuvo la oportunidad de oír el inglés en la televisión, pero no podía prácticalo con otros hablantes en situaciones concretas, por eso no podía aprenderlo.
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