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Gramática parda

La expresión gramática parda significa ‘habilidad o capacidad para desenvolverse en la vida o situaciones complicadas, sin necesidad de tener cultura o conocimientos teóricos’; Este es el significado que recogen casi todos los diccionarios para las construcciones “tener o saber [mucha] gramática parda”. En épocas turbulentas y de crisis siempre es conveniente manejarse un poco con la gramática parda.
Otro sentido, aún no recogido en los diccionarios, equivale peyorativamente a ‘desviación o incorrección lingüística’.

En el primer caso, gramática equivale a sabiduría, astucia, picardía y parda alude a la falta de cultura, pulimento o refinamiento.
El origen de la expresión no está claro. Podemos partir de un sentido irónico (cfr. saber latín) de la antigua acepción de gramática como ‘estudio y conocimiento del latín’, fuera de las posibilidades de quienes pertenecían a las clases más bajas de la sociedad, que solían vestir ropas de color pardo. De ahí que la sabiduría y habilidad de los incultos, para triunfar en la vida viniera en llamarse gramática parda.
No obstante, creemos que la principal motivación para calificar de parda a esta sabiduría aprendida sin estudiar no debe centrarse en el color de la ropa de los pobres. Debieron de primar las connotaciones del adjetivo pardo, que se aplica a un color indefinido (‘intermedio entre blanco y negro, con tinte rojo amarillento, y más oscuro que el gris’ [DRAE, 2001]) y a lo que es confuso o falto de claridad.
Todo lo que es indefinido o confuso por no estar sometido a un criterio estable es susceptible de ser interpretado o aprovechado en beneficio propio, como hace quien sabe gramática parda. Lo pardo, situado entre lo blanco (con sus connotaciones de inocencia y bondad) y lo negro (con las connotaciones de culpabilidad y maldad), genera desconfianza: “de noche, todos los gatos son pardos”.
Si quisiéramos insistir en la relación con la ropa de la gente del pardillo, no deberíamos considerar solo su color, sino advertir que era ‘sin tinte’. Como una de las acepciones figuradas de tinte es ‘artificio mañoso’, la gramática parda sería una ‘sabiduría sin artificios’.
Suele considerarse que la expresión tiene sentido peyorativo (DRAE 1984; Dicc. Salamanca v.2013), porque, aparte de los prejuicios clasistas, se incide en el sentido de la astucia como habilidad para engañar y sacar provecho de la situación:
“Tú eres más pillo que bonito, y a tener gramática parda no hay quien te gane. No me extraña que me hayas engañado.” (Ángel Ganivet, Los trabajos del infatigable creador Pío Cid, 1898)
“Juana Teresa es muy lista, maestra en gramática parda, en marrullerías plebeyas”. (B. Pérez Galdós, La estafeta romántica, 1899)
“[Franco se amparaba] en el nombre de los caídos para meter de matute su propia gramática parda y desactivar cualquier ideología que le pudiera hacer competencia”. (C. Martín Gaite, Usos amorosos de la posguerra española, 1987)
Pero no debe olvidarse que también es conveniente para no dejarse engañar:
“…pues olfateando por todas partes abusos y desórdenes, no conseguía nunca, por su carencia de malicia y de gramática parda, poner el dedo sobre ellos y remediarlos.“ (E. Pardo Bazán, Los pazos de Ulloa, 1886)
“…aquel viejo principio de la gramática parda que asegura la conveniencia de pensar mal para acertar, […].” (Eduardo González Ruiz, La misión del ejército en la sociedad contemporánea, 1977)
Para escapar en situaciones comprometidas:
“En Villar del Duque, el alcalde, un usurero ricachón con mucha gramática parda, salvó la vida declarándose conforme con el reparto de bienes”. (Valle-Inclán, La corte de los milagros, 1927)
“¡Qué bien toreaba el Merluzo a los grullos! Los empapaba en el capote de sus palabras y los dominaba con los embelecos de su gramática parda.” (A. Díaz-Cañavate, Paseíllo por el planeta de los toros, 1970)
Y para conseguir beneficios que en principio están vedados a quien carece de estudios:
“Llegado a Madrid, su primera diligencia era entregar las cartas del vicario […] o el regalito del administrador; con lo cual y sus sucesivas visitas al paisano funcionario o al pariente mercader, entregábase nuestro neófito a las primeras pruebas de su curso social, de este curso que el vulgo maligno se placía en designar con el título expresivo de gramática parda; que los rígidos censores apellidaban falsa mónita, y que daba en fin al que sabía aprovecharlo el apreciado título de mozo de provecho.” (Mesonero Romanos, Escenas y tipos matritenses, 1842)
José María Sbarbi (especialista en refranes y modismos, 1834-1910), elogió, por ello, la gramática parda de los labriegos “que vale más que la que yo aprendí y estoy enseñando” y la valoraba como sustituto de la erudición al preguntarse: “¿Quién le ha dicho a quién, que para desempeñar altos puestos, siquiera honoríficos, siquiera lucrativos, no basta las más de las veces con sólo saber… Gramática parda? (El averiguador universal, 1879).

Expresiones equivalentes a gramática parda son lógica o filosofía parda, saber latín(locución coloquial que significa ‘ser muy astuto, agudo o hábil para engañar o evitar el engaño o para lograr cualquier fin’) y tener mano izquierda o mundología (‘experiencia y habilidad para gobernarse en la vida’).

En los últimos años, no sabemos si por desconocimiento, mala interpretación o juego de palabras, se encuentra la expresión gramática parda con el sentido de ‘incorrección gramatical’ o ‘desviación lingüística respecto a la norma académica’:
“Han sido precisamente los académicos los que […] han recogido y han elevado a categoría de corrección lingüística, lo que era hasta entonces gramática parda.” (Diego Armario, Gramática parda 11-dic-2009 [Consulta: abril 2013])
GRAMÁTICA PARDA: Estas son las «académicas» normas que rigen los mensajes SMS …” (Artículo en el ABC del 3 de mayo del 2003 [Consulta: abril 2013], en el que se enumeran recursos para escribir de forma abreviada: omisión de la h, de los acentos y vocales en palabras frecuentes, reducción de expresiones a las iniciales de sus palabras, etc.)
Este nuevo significado, en el que gramática pierde su sentido irónico no lo recogen los diccionarios aunque es frecuente en textos periodísticos.

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Redundancia y pleonasmo

Diferenciar entre redundancia y pleonasmo no siempre es fácil. 
Ambos términos se refieren a la repetición innecesaria de términos; pero mientras que hablar de redundancia suele tener connotaciones negativas y se considera un vicio de expresión, el pleonasmo se considera una figura estilística. 
Sin embargo, los límites entre ambos conceptos no están bien definidos y no resulta fácil hacer una diferenciación tajante. Lo que unos consideran redundancia, otros lo consideran pleonasmo; e incluso, algunos lingüistas afirman que se trata de la misma cosa. 
La redundancia semántica repite el significado o semas de otra palabra a la que acompaña. Cuando la repetición no solo es semántica, sino de la misma palabra o de palabras con el mismo lexema, suele hablarse de redundancia léxica

La redundancia, aunque es rechazable cuando no añade ningún matiz semántico, ni estilístico, especialmente en los registros más formales, puede favorecer la claridad (cuando una palabra es polisémica o su significado no es evidente para todo el mundo) o justificarse por añadir expresividad o énfasis al discurso. También es perdonable en un discurso coloquial o si es fruto de la espontaneidad. 
El ejemplo de “un arsenal de armas” podría ser un caso de redundancia viciosa si consideramos que “arsenal”, en su segunda acepción (DRAE), es ‘depósito o almacén general de armas’, pero creemos que se trata de una redundancia desambiguadora porque “arsenal”, también es un ‘establecimiento militar o particular en que se construyen, reparan y conservan las embarcaciones […]’ 
“Lo vi con mis propios ojos” también es una redundancia admisible cuando se quiere enfatizar y ser contundente en una afirmación de la que no se tiene ninguna duda, porque se fue testigo de ello. No es por que nos lo hayan contado, lo hayamos imaginado, ni por que estemos absolutamente convencidos, sino porque estábamos presentes cuando ocurrió. 
El pleonasmo, en general, se valora como uno de los recursos del lenguaje poético con fines expresivos y estilísticos. El Diccionario de la Academia lo define como una ‘figura de construcción’ propia de la Retórica, porque con “vocablos innecesarios” se “añade expresividad a lo dicho”: 
“Ciego que nada ve, ¿quiere hacer una merced?”. (Romance de La Virgen y el ciego). 
“Ya ejecuté, gran señor, tu justicia justa y recta”. (El burlador de Sevilla, Tirso de Molina, 1613). 
 “Mal o peor has de callar la boca, que no estás en tu casa”. (Guzmán de Alfarache, Mateo Alemán, 1604).
Asimismo, al enfatizar el sentido de la frase, el pleonasmo contribuye a fijar en el receptor la idea que interesa al emisor. Por esta razón, los políticos abusan de las repeticiones léxicas y semánticas en sus discursos. 
Más allá del pleonasmo encontramos el datismo. El datismo es la acumulación, de términos sinónimos o muy parecidos, en una misma frase. El DRAE, en su nota etimológica, lo considera una falta (“De 'Datis', nombre del sátrapa persa que combatió en Maratón y que incurría con frecuencia en esa falta”) y lo define como el ‘empleo inmotivado de vocablos sinónimos’. Sin embargo, al no existir demasiados sinónimos absolutos, suele emplearse este recurso con fines estilísticos o afán de precisión conceptual: “Hay que buscar la victoria, el triunfo, el renombre, la gloria, la fama…”

Ejemplos de redundancias (o pleonasmos):  (En cursiva se indican los elementos redundantes, de los que se podría prescindir)
Completamente abarrotado. (Abarrotado: ‘completamente lleno, atestado’).
Acceso de entrada. (Acceso: ‘entrada o paso’).
Accidente fortuito. (Accidente: ‘suceso eventual que altera el orden regular de las cosas o del que involuntariamente resulta daño’; fortuito: ‘que sucede inopinada y casualmente, por azar’).
El momento más álgido. (Álgido: ‘culminante’ [lo más elevado]).
Antecedentes previos. (Previo: anticipado, que va delante o que sucede primero).
Aterido de frío. (Aterido: ‘pasmado de frío’).
Autosuicidio. (Suicidarse: prnl.’Quitarse voluntariamente la vida’).
Bajar abajo.
Base fundamental. (Base: ‘fundamento o apoyo principal de algo’).
Beber líquidos. (Beber: ‘ingerir un líquido’).
Bifurcarse en dos direcciones. (Bifurcarse: ‘dividirse en dos ramales, brazos o puntas’).
El más extremo.(Extremo: ‘que está en su grado más intenso, elevado o activo’).
Cita previa. (Cita: ‘asignación de día, hora y lugar para un encuentro’; ‘reunión o encuentro entre dos o más personas, previamente acordado’).
Colofón final. (Colofón: ‘remate, final de un proceso’).
Crespón negro. (Crespón: ‘tela negra que se usa en señal de luto’).
Deambulando sin rumbo. (Deambular: ‘andar, caminar sin dirección determinada’).
Divisa extranjera. (Divisa: ‘moneda extranjera referida a la unidad del país de que se trata’).
Doblar (las campanas) a muerto. (Doblar [16]: ‘tocar a muerto’).
Entrar dentro.
Erario público. (Erario: ‘hacienda, conjunto de las rentas, impuestos y demás bienes de cualquier índole regidos por el Estado o por otros entes públicos’).
Estafeta de correos. (Estafeta: ‘casa u oficina del correo; oficina donde se reciben cartas para llevarlas al correo general’).
Funcionario público. (Funcionario: ‘persona que desempeña profesionalmente un empleo público’).
En el hipotético supuesto. (Supuesto: ‘suposición, hipótesis’).
Hijo primogénito. (Primogénito: ‘el hijo que nace primero’).
Insistir reiteradamente, volver a insistir. (Insistir: ‘instar reiteradamente, repetir’).
Lapso de tiempo. (Lapso: ‘tiempo entre dos límites’).
Libido sexual. (Libido: ‘deseo sexual’).
Mendrugo de pan. (Mendrugo: ‘pedazo de pan duro o desechado’).
Macedonia de frutas. (Macedonia: ‘ensalada de frutas’).
Machismo contra las mujeres. (Machismo: ‘actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres’).
Nexo de unión. (Nexo: ‘nudo, unión, lazo, vínculo’).
Niños y niñas de ambos sexos.
Optimizar al máximo. (Optimizar: ‘buscar la mejor manera de realizar una actividad’; máximo: ‘límite superior o extremo a que puede llegar algo’).
Participación activa. (Participar: ‘tomar parte [una persona] en algo’).
Peluca postiza. (Peluca: ‘cabellera postiza’).
Personas humanas. (Persona: ‘individuo de la especie humana’).
Prever con antelación. (Prever: ‘ver con anticipación’).
Propia idiosincrasia. (Idiosincrasia: ‘rasgos, temperamento, carácter, etc., distintivos y propios de un individuo o de una colectividad’).
Protagonista principal. (Protagonista: ‘personaje principal’).
Proyectos de futuro. (Proyecto: ‘designio o pensamiento de ejecutar algo’).
Puño cerrado. (Puño: ‘mano cerrada’).
Repetir otra vez; volver a repetir. (Repetir: ‘volver a hacer lo que se había hecho, o decir lo que se había dicho’).
Salir afuera.
Subir arriba.
Totalmente calcinado. (Calcinar: ‘abrasar por completo, especialmente por el fuego’).
Túnel subterráneo. (Túnel: ‘vía subterránea abierta artificialmente para el paso de personas y vehículos’).
Vigente en la actualidad. (Vigente: ‘que está en vigor y observancia’).

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Arregostarse. Significado y usos.

¿Qué significa arregostarse? Según la última edición del DRAE, significa ‘engolosinarse, aficionarse a algo’ y es un verbo pronominal.
Pero esta definición nos parece demasiado genérica y no recoge matices que se aprecian en la mayoría de los ejemplos encontrados.
Arregostarse generalmente implica ‘malacostumbrarse’, habituarse, acomodarse a un beneficio o favor del que es difícil prescindir, y percibido como inconveniente por quien habla. Es frecuente que el provecho se obtenga a costa de otra persona, de cuyo primer favor se abusa hasta convertírselo en una obligación o carga.

Por esto, suele ser peyorativo y aparecer en advertencias (“No te arregostes a que yo resuelva tus problemas / a llegar tarde todos los días / a que te invite…”) o en frases que implican censura o queja (“Fulano es un caradura: se ha arregostado a vivir del cuento y a que le paguen sus caprichos”; “Mengano se está arregostando a llegar tarde: todos los días tenemos que esperarle”).
No obstante, puede encontrarse también con un cierto sentido afectivo, por influencia de “regusto”. En este caso, es frecuente aplicárselo a uno mismo (“Pero salió tan bien lo del verano pasado que me he arregostado“; “Me he arregostado a tus mimos”).
María Moliner acierta al destacar el valor incoativo de este verbo, aunque no creemos que deba referirse solo a los placeres materiales: “Arregostarse: (Variante de regostarse) «Engolosinarse. Tomar el gusto». Aficionarse a un placer material recientemente descubierto.” (Diccionario de Uso del Español, María Moliner).
La idea de exceso o abuso, había aparecido en antiguas ediciones del DRAE:
Una nota etimológica, entre 1884 y 1947: “(De a y el lat. regustare, gustar con insistencia, saborear)”.
En las ediciones de 1925, 1927 y 1950, se definió como ‘engolosinarse o empicarse a alguna cosa’ (empicarse: ‘aficionarse demasiado’).
Entre 1970 y 1992, regostarse se definió como ‘…enviciarse [en algo], arregostarse’ (enviciarse: ‘Aficionarse demasiado a algo, darse con exceso a ello.’).
La mejor definición de arregostarse está, según nuestra opinión, en el Diccionario de Autoridades de 1726 a través de la explicación de un antiguo refrán:
Arregostarse: v. r. Repetir, continuar y reiterar una cosa, por haber gustado mucho de ella, o porque uno saca de ella utilidad y provecho a costa ajena. Es voz baja […]”
Arregostóse la vieja a los bledos, ni dejó verdes ni secos” Refrán que reprehende el abuso que algunos hacen de la liberalidad y cortesía de otros: a los quales acuden con más frecuencia e importunidad, desfrutando desordenadamente sus beneficios y agasajos, hasta ponerse en términos de disgustar o apurar en algo la paciencia de aquellos que los favorecen. Otros lo entienden de otra manera; pero este parece el sentido más natural”.
En fuentes escritas, hemos encontrado otras versiones de este refrán, en las que arregostarse puede ser sustituido por regostarse o empicarse; y los bledos por bredos o berros: “Empicóse la vieja a los berros, no dexó verdes ni secos” (DRAE, 1791, lema empicarse). Otras versiones, en el Diálogo de la lengua de Valdés y en Refranes que dizen las viejas tras el fuego del Marqués de Santillana.
En Guadalajara y Cuenca hemos oído la expresión arregostarse como la vieja a los higos, versión truncada del refrán clásico, y que aparece en advertencias (“no te arregostes como la vieja a los higos”) y quejas (“le invité una vez y se ha arregostado como la vieja a los higos”). En esta zona también hemos escuchado otro refrán que muestra la mala fama del arregosto o arregostamiento: Es peor un arregostado que un hambriento. Se dice cuando alguien resulta molesto por abusar de un favor: el hambriento pide por necesidad y lo agradece, el arregostado parece exigirla y por su gusto.

Por otra parte, hemos encontrado un uso transitivo (no pronominal) de este verbo, con el significado de ‘acostumbrar’ o ‘malacostumbrar’: “Has arregostado a tu hijo a darle todos los caprichos”. La RAE solo recogió este uso transitivo en su Diccionario Histórico de 1933, pero con la acepción de ‘engolosinar’ (|| Excitar el deseo de alguien con algún atractivo) y el ejemplo: “Encarecieron la cura arregostándome con buenas esperanzas” (Juan de Luna, Segunda parte del Lazarillo de Tormes, 1620).

Desde el DRAE de 1970, parece que la Academia considera arregostar una palabra de uso general, y no incluye en su definición ninguna marca que indique delimitación geográfica, cronológica o de uso o registro. Sin embargo, hasta la edición de 1956 venía marcada como propia del registro familiar (fam.); y, para el Autoridades 1726, era una “voz baxa”.
Nosotros creemos que no está limitada a un determinado registro de habla, porque aparece en diferentes tipos de textos:
Lenguaje periodístico: “Zapatero, […] no se va dejando a su partido en la ruina, que para España no sería malo, sino tras un mes de vacío y arregostamiento en una trampa económica, política e institucional. (F. Jiménez Losantos, El Mundo 23-11-2011).
Lenguaje formal: “Me disgusta mucho, porque en Puerto Rico me había arregostado a trabajar todos los días. Y se me figura que ya he perdido esa costumbre, que tantos años tardé en adquirir”. (Pedro Salinas, Correspondencia, 1923-1951)
Lenguaje poético: “[en los montes altos] donde la nieve aún se arregosta en julio a los canchales,” (Dámaso Alonso, Hijos de la ira, 1944)
Registro familiar dentro de una novela: “- ¿Qué esperas? ¿Que te dé algo, no? Bueno, mira, hoy es un gran día. Toma un real, pero no te arregostes, ¿eh? “ (Arturo Barea, La forja de un rebelde, 1951)
Entrevista a un cabrero: “[El cachorro] se arregosta a ir con el perro y el día que no llevo el perro pues no va él”. (Pellagofio.com)
En cuanto al ámbito geográfico del uso de “arregostarse”, hemos encontrado en internet, referencias que la consideran palabra propia de La Manchuela (Albacete) (1), Almería (2), Murcia (3) o Ávila (4). Según una pequeña encuesta entre amigos y conocidos de diversos lugares de España, se conoce y utiliza eventualmente en la mitad este de la península al sur de Soria-Zaragoza. (Teruel, Cuenca, Guadalajara, Madrid, Ciudad Real, Murcia…) y en Canarias; pero es desconocida en el norte del país (León, Burgos, País Vasco, La Rioja, Huesca).

Aunque Juan de Valdés (5) se lamentaba, ya en el siglo XVI, de que hubiera dejado de utilizarse arregostar, no creemos que sea una palabra anticuada, ni muerta. Hay que reconocer, eso sí, que su uso es poco frecuente.

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