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Diferencias entre "sino" y "si no"

¿Cómo se escribe: sino o si no, junto o separado? ¿Cómo saber cuándo se utiliza sino o si no? ¿Sino o sinó, con acento en la o? Es muy frecuente que se nos planteen estas dudas a la hora de escribir esas cuatro letras. Incluso podemos malinterpretar lo que nos quieren decir cuando leemos o escuchamos esas palabras.
Vamos a tratar de explicar las diferencias y usos de estas formas.

SINO:

Puede ser una conjunción adversativa o con un sustantivo.

Sino, conjunción adversativa, introduce una afirmación contrapuesta a algo negado previamente, por lo exige que el sintagma u oración anterior implique una negación. Si la afirmación que encabeza es una oración con verbo explícito en forma personal, suele ir seguida de que y formar la locución sino que.
Siempre va precedida de una pausa en la entonación, que en la escritura se marca con una coma, y nunca se hace pausa tras pronunciarla, ya que su pronunciación átona necesita apoyarse en el enunciado que le sigue. Se trata de una sola palabra, por lo que no se puede intercalar ningún otro elemento entre ‘si’ y ‘no’.

La conjunción sino sirve para expresar varios matices:
a) Introducir una afirmación opuesta absolutamente a la negación anterior. Podría forzarse su sustitución por “pero sí”:
“No he sido yo, sino mi hermano quien consiguió el empleo” (...pero sí mi hermano...)
“El conductor no mantenía una velocidad uniforme, sino que iba acelerando y frenando caprichosamente”. (...pero sí iba acelerando...)
(Son raros los casos de omisión de ‘que’ en las oraciones con verbo explícito) "El tiempo no existe, sino es la conciencia del pasado" (Pedro Salinas, Ensayos de literatura hispánica, 1924-51)
b) En correlación con no sólo o no solamente, sino introduce una adición a lo anterior y suele ir acompañada del adverbio también. En oraciones con verbo explícito, lo habitual es emplear sino que:
“Juan no solo es muy trabajador, sino [también] buen padre y esposo”
“Juan no solo es muy trabajador, sino que [también] dedica mucho tiempo a su familia”
“No solo no me molesta, sino que me siento más cómodo”
c) Sino puede introducir también una excepción a lo negado anteriormente y sustituirse por “otra cosa que”, “más que” o “excepto”. La correlación “no … sino…” equivale a 'sólo, solamente':
“No te pido sino que me escuches” (No te pido más [otra cosa más] que me escuches; Solamente te pido que me escuches)
“Nadie lo ha visto sino María” (Nadie lo ha visto, excepto María, Solamente lo ha visto María; Nadie lo ha visto, más que María.)
“Mis recuerdos no prueban nada, sino que soy muy viejo” (Mis recuerdos no prueban nada excepto que soy muy viejo. Mis recuerdos solo prueban que soy muy viejo)

En dos casos excepcionales, no se necesita una oración negativa anterior:
d) Cuando, en preguntas retóricas, sigue a un pronombre o adverbio interrogativo e introduce el elemento que supone la respuesta evidente de la pregunta. Podría sustituirse por excepto:
¿Quién, sino usted, es ese J. B. que escribe en el periódico tantas sandeces?" (G. Torrente Ballester, La saga/fuga de J. B., 1972)
“¿pues por quién, sino por tí, por qué sino por tu amor, me complazco en recordar a América?” (Eugenio María de Hostos, La peregrinación de Bayoán, 1863)
“Innumerables topos toda la vida cerrados los ojos vivían a oscuras y en la muerte los abrían; ¿para qué sino para ver su muerte y pasada ceguedad sin remedio?” (Cosme Gómez de Tejada, León prodigioso, 1636
¿A dónde sino allí podían llevarle aquellos Caifases? (B.Pérez Galdós, Los duendes de la Camarilla, 1903)
“Y, ¿cómo, sino engañado, podía yo entrar en semejante sitio?” ((B.Pérez Galdós, Rosalía, 1872)
En este mismo tipo de preguntas, cuando aparece el verbo ser o hay elipsis del elemento oracional que supone la respuesta, se emplea la forma si no:
“¿A dónde si no es a su casa podían llevarle?
“¿A dónde, si no, podían llevarle?
e) Con sentido restrictivo (equivalente a 'pero') a veces se usa sino que:
"Él es bueno, sino que a veces los hombres más buenos tienen que hacer cosas que parecen malos (C. Arniches, Es mi hombre, 1921).
“Me ratifico en que soy mujer de bien, incapaz de dar escándalos, sino que a veces no puede una...”(Mesonero Romanos, Escenas Matritenses, 1836)

Sino, sustantivo, significa ‘hado’, ‘destino’. Tiene el mismo origen etimológico que signo y seña: el signum latino. Se reconoce, porque suele ir acompañado de un determinante (artículo, demostrativo, posesivo...) y a menudo de un adjetivo u otros sintagmas. Fonéticamente, es una palabra tónica, cuyo acento de intensidad recae sobre la primera sílaba: /síno/:
“¡No renueves mi sino enlutado!” (R. Valle-Inclán, Cara de plata, 1923)
“Quizá mi sino era morir así, en el mar, de héroe...” (Pío Baroja, Las inquietudes de Shanti Andía, 1911)

SI NO:

Se trata de la conjunción si y el adverbio no. 

Esta forma se reconoce al pronunciarla porque el acento de intensidad recae sobre la palabra no, /si nó/ y, a veces, existe una pausa tras el no. Puesto que se trata de dos palabras diferenciadas, en la mayoría de los casos, pueden intercalarse, entre la conjunción y el adverbio, otros elementos oracionales.

La conjunción si puede tener diferentes valores:

a) Condicional. Si no aparece en las oraciones condicionales subordinadas (prótasis) que expresan una condición negativa para que se cumpla lo expresado en la apódosis u oración principal. Cuando están al principio de la oración condicional (lo más frecuente) no puede confundirse con la conjunción adversativa sino ya que esta exigiría una negación anterior. Si aparece una negación antes de sino o si no, tendremos que probar a sustituir estas formas por “en caso de que no…” (= si no) o por “pero sí” (=sino):
Si no desean otra cosa, me marcho”.
“No encontrarás novia, si no eres más simpático” (=’en caso de que no seas más simpático’)
“No encontrarás clientes, sino acreedores” (=’pero sí acreedores)
El problema suele aparecer cuando esta construcción condicional negativa se presenta sin verbo explícito o con un sintagma residual de la oración:
“Tiene dinero, si no de sobra, sí suficiente para los gastos necesarios.” (si no [tiene dinero] de sobra)
“La crisis es muy profunda; que se lo pregunten, si no, a los millones de parados.” (si no [me creen], si no [lo han pensado antes]…)
“Salió pronto de la ciudad, porque si no, se encontraría con la carretera atascada.” (si no [salía pronto])
“Estos alumnos son muy estudiosos, si no todos, la mayoría” (si todos no [son estudiosos], la mayoría [sí])
b) En contextos interrogativos retóricos, cuando aparece el verbo explícito o hay elipsis del elemento oracional que supone la respuesta, se emplea la forma si no. Si se omite el verbo y aparece un sintagma nominal o adverbial que da respuesta a la pregunta, se emplea sino:
“¿Dónde, si no es en su casa, va a estar por la noche?
“¿Dónde, si no, va a estar por la noche?
¿Dónde sino en su casa va a estar por la noche?
c) Puede introducir oraciones interrogativas indirectas:
“Les pregunté si no iban a venir con nosotros de vacaciones”
“Estaba preocupado por si no llegaba a tiempo”
“No sé si no es mejor callarse que hablar de más”
d) Puede encabezar oraciones independientes con valor enfático:
“No sé por qué se ha enfadado. ¡Si no he dicho nada ofensivo!”
e) También puede tener un valor concesivo:
“El muchacho era, si no feo, bastante desgarbado” (‘aunque no era feo’)
La prueba de que, en los ejemplos anterires, se trata de dos palabras es que podríamos haber dicho: “si [ustedes] no desean otra cosa...”, “pregunté si [sus padres] no iban a venir”, “no sé si [para hablar de más] no es mejor callarse”, “si [yo] no he dicho nada ofensivo”. Con el valor concesivo, vemos que si no son dos palabras porque equivalen a aunque no.

SINÓ:

En castellano, no existe la forma sinó (con acento). No obstante, a veces se encuentra por influencia del catalán y del gallego, idiomas en los que la adversativa equivalente a sino (que en castellano es átona) tiene acentuación aguda: sinó, en catalán y senón en gallego.

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Dar calabazas

Dar calabazas a alguien significa frustrar sus expectativas. Se trata de una locución verbal utilizada en el lenguaje coloquial para expresar que alguien es rechazado por la persona a la que pretende conquistar o de la que se pretende un favor o que se suspende a un alumno en un examen. Antiguamente también se dijo echar la calabaza (o las calabazas).
De aquel a quien dan calabazas, se dice que lleva calabazas; aunque, hablando de los estudiantes suspensos, calabaza se ha convertido en un simple sinónimo de ‘suspenso’: lo más habitual es decir que “el alumno trae o saca calabazas”, ‘asignaturas suspendidas’. Es raro oír que un profesor da calabazas, ‘suspende’, a un alumno: podría malinterpretarse, porque la expresión se ha ido especializando en el ámbito de las relaciones personales.

De hecho, el sentido de rechazo amoroso es anterior al de suspenso académico, aunque en el primer Diccionario de la Academia (Autoridades, 1729) solo se recogiera la acepción de suspender y hubiera que esperar a la edición de 1780 para encontrar la de “desechar las mujeres la proposición de algún novio’. A principios del siglo XVI encontramos:
“Asmo que / nunca domingo bailé /que no la sacase a la plaza, / son que una vez la saqué / y echóme la calabaza.” (Torres Naharro, Comedia Aquilana, 1517)
En Covarrubias, dos sentidos metafóricos de “calabaza” apuntan a las relaciones personales. Aunque diferencia la expresión de más calabazas de la de echar a uno calabaza, se puede ver la conexión que existe entre ambas y recurre a un ejemplo, como el de Torres Naharro, en el que la mujer rechaza al hombre:
“Las calabazas sustentan en el agua a los que no saben nadar, que sin ellas se irían a lo hondo. Cuando alguno nos propone alguna cosa desproporcionada, solemos decir, más calabazas, dando a entender, que es disparate, que puede significar cosa de aire de poco momento, y peso. [...] Echar a uno calabaza, es no responderle a lo que pide, como el galán que saca la dama en el festín a bailar, y ella se excusa, dando a entender que es liviano y de poco seso, por querer salga a danzar con él, no siendo o su igual o de su gusto o que le dejó en vacío hecho calabaza.” (Covarrubias, Tesoro de la lengua castellana o española, 1611)
Gonzalo Correas da la clave de por qué echar la calabaza puede ser demostración de no querer ayuda o compañía [amorosa], pero diferencia esa expresión de la de llevar calabazas, que se aplicaría a los malos estudiantes:
Echar la calabaza. Echar las calabazas. (Es decir que ya uno puede sin ayuda hacer algo. Tómase de los que aprenden a nadar, ayudándose de calabazas, y las dejan cuando ya saben nadar sin ellas). [...] Llevar calabazas y espigón al rabo. Por los que no salen aprobados en exámenes de lo que pretenden, o son los traseros; a imitación de las calabazas que atan al rabo a los perros por Antruejo y de las pajas y espigones que ponen los muchachos en la cola a los moscones y los echan a volar.” (Correas, Vocabulario de refranes y frases proverbiales, 1627)
Dar calabazas a quien nos propone algo que no nos interesa o a quien suspende un examen, podría significar que le damos algo que flota, para que lo tome y no se hunda. Pero no hay que olvidar que la calabaza es el símbolo del peregrino, porque servía de recipiente para el agua o el vino, por lo que podría tomarse como que le invitamos a seguir su camino sin nosotros:
“...una mujer, que no tiene pelo de tonta, se enamorisca de cualquier pelagatos, y da calabazas a las personas decentes.” (Galdós, Fortunata y Jacinta, 1885-87)
“Para casarme con tu padre tuve que dar calabazas a un estudiante de minas” (Unamuno, Amor y pedagogía, 1901)
“Besteiro les ha vuelto a dar calabazas a tus amigos los conspiradores.” (Max Aub, La calle de Valverde, 1961)
Para explicar la relación del rechazo amoroso con las calabazas, algunos aluden al carácter antiafrodisíaco que ya se les atribuía en la Grecia Antigua o durante la Edad Media. Es posible que así sea, sobre todo si consideramos que suele contraponerse al melón, que es el símbolo de la fecundidad, la abundancia y el lujo. Pero no puede perderse de vista que, desde la antigüedad, la calabaza simboliza lo falso o de poco valor, porque resulta engañosa: promete mucho por su tamaño, pero defrauda por ser poco densa e insípida.
“Calabaza: Por semejanza, se llama el melón que es insípido y no tiene dulce alguno” (Autoridades, 1729).
“Te juzgué melón y me resultaste calabaza”. (Refrán)
El mismo significado de frustración de los deseos encontramos en la calabaza en que se convierte la carroza de Cenicienta, en la calabaza Ruperta del concurso televisivo “Un, dos, tres... responda otra vez” y en la que obtienen los estudiantes.

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Insultos animales

Los nombres de muchos animales son usados en nuestra lengua como insultos directos, porque apreciamos en ellos características, reales o atribuidas, que son especialmente desagradables cuando se dan en las personas.  
Insultar es un acto de habla: cuando insultamos, no sólo emitimos un enunciado, sino que tratamos de molestar con palabras que se consideran ofensivas.
El nombre de un animal se convierte en insulto hacia alguien, cuando en una situación de conflicto o enfrentamiento, identificamos metafóricamente al animal y a la persona, atribuyéndoles una destacada característica negativa que suele centrarse en los defectos físicos, en la capacidad mental y en el comportamiento de las personas (estupidez, suciedad, agresividad, avaricia, sexualidad, etc.)

Nuestra visión antropocéntrica suele considerar peyorativo compartir con los animales comportamientos o características físicas y acentuemos ese carácter hasta convertirlo en un insulto hacia quien se parece o se comporta como un determinado animal.
Los insultos son una construcción cultural y social, por lo que la elección del nombre de un animal como insulto está condicionada por el conocimiento general que se tiene del animal (suelen elegirse los domésticos y los que pueden encontrarse en el entorno inmediato de la comunidad lingüística) y por las connotaciones peyorativas generales y particulares que atribuimos a cada uno de ellos. Para quien insulta, tiene que representar lo que hay de despreciable en el individuo al que se pretende ofender, y este debe interpretarlo claramente como una ofensa.

El hiperónimo animal ya supone un insulto genérico para quien tiene un comportamiento brutal o más instintivo que racional o que es ignorante o grosero.
La mayoría de los que hemos incluido en la siguiente relación no son insultos originales, sino que están incluidos en el Diccionario de la Real Academia, aunque no siempre vienen  marcados como palabra despectiva o insulto.

A continuación hemos tratado de agrupar los zoónimos insultantes, en función de a qué defecto aludan:

CARACTERÍSTICAS FÍSICAS:
Gordura: Insultos para gordos son ballena, cachalote, foca, hipopótamo, vaca (todos ellos animales que tienen mucha grasa en el cuerpo o son de gran volumen)
Altura: Jirafa es una ‘persona muy alta, sobre todo si también es delgada’)
Pequeñez: La persona muy baja es pulga, chinche o sapo (en Centroamérica y México)
Fealdad: loro o papagayo se refieren a mujeres viejas y feas; arpía se aplica solo a mujeres, especialmente si también son flacas; mono será alguien ‘muy feo o simiesco’. Bicho (Venezuela) y macaco (Bolivia, Chile o Cuba) también son insultos para feos.
Edad: Un dinosaurio es una ‘persona vieja y anticuada’ (por el nombre genérico de animales extinguidos hace millones de años)
Rasgos faciales:; rana o sapo es la persona ‘de boca muy grande o de ojos saltones’; y una morsa es una ‘persona bigotuda’.

NECEDAD, IGNORANCIA O LIMITACIÓN MENTAL:
Merluzo, besugo, atún o percebe (‘torpe, ignorante o necio’, porque los animales marinos están considerados como de poca inteligencia), cernícalo (‘ignorante y rudo, aunque suele ser pacífico e inofensivo’), borrego (‘quien se somete gregariamente a la voluntad ajena’), penco, mula, burro y sus sinónimos asno, borrico, jumento o el genérico bestia (‘bruto, incivil, rudo, de poco entendimiento’), yegua (en América Central), pavo o ganso (‘torpe, incapaz’)

MALDAD:
Persona despreciable o de maldad intrínseca: perro (a pesar de la valoración del animal, se conserva el carácter peyorativo que tenía antiguamente frente al positivo de can), cerdo o puerco, cabrón (‘que actúa con maldad’), rata, sabandija o gusano (vil y despreciable, por la repugnancia que causan los animales pequeños, de cuerpo blando y que se arrastran), arpía (ave fabulosa que resultaba de la combinación de rasgos de mujer y cuerpo de ave de rapiña; por esto se aplica casi exclusivamente a las mujeres malvadas, especialmente si su maldad se dirige a los hombres).
Violencia o crueldad: alimaña (‘persona malvada o de malos sentimientos’, ‘nombre genérico para referirse a los animales perjudiciales para otros que son provechosos’), hiena (‘cruel, de malos instintos’).
Malas intenciones: Pájaro (‘persona astuta que provoca recelo’), bicho (‘persona malvada’), camaleón (‘que cambia de actitud y conducta en provecho propio), cuco (astuto que solo busca su provecho), mosquita muerta (‘hipócrita que aparenta bondad y poco ánimo pero que se vale de cualquier medio para conseguir sus fines’), víbora (porque se arrastra sigilosamente), tiburón (ambicioso sin escrúpulos).

COMPORTAMIENTOS ANTISOCIALES, RIDÍCULOS, O FASTIDIOSOS:
Grosería: Burro y sus sinónimos borrico, jumento, asno; cerdo y sus sinónimos cochino, marrano, puerco, gorrino, guarro, animal de bellota.
Suciedad: cerdo y todos sus sinónimos.
Insociabilidad: erizo (de carácter y trato áspero), búho y hurón (persona huraña), ostra (retraído o misántropo).
Avaricia o codicia: buitre (‘avaro, tacaño, aprovechado’), rata, urraca (por su costumbre de llevarse al nido objetos brillantes), ganso (Ecuador), arpía (‘codicioso’, actualmente en desuso, antiguamente se aplicaba a los usureros).
Servilismo: caracol (‘adulador servil’ porque se arrastra soltando baba)
Cobardía: gallina (‘cobarde, que se asusta con facilidad’, por la fama de asustadiza y medrosa que tiene la gallina)
Que causa fastidio: ladilla (en varios países americanos, ‘persona muy fastidiosa’), chinche (‘porfiador hasta llegar a molestar’, porque este insecto pica y chupa la sangre de su víctima), moscón o moscardón (‘que resulta pesado y molesto en sus pretensiones amorosas’), mosca cojonera (‘persona molesta e impertinente’), ganso (‘que se cree gracioso sin serlo’)
Charlatanería: loro y papagayo (además de aludir a hablar mucho tienen la connotación de repetir las cosas sin reflexionar sobre ellas), cotorra (el nombre del ave es una derivación regresiva de cotorrera, cotarrera, ‘mujer que iba de cotarro en cotarro, hablando mucho y sin demasiado sentido’).
Maledicencia: víbora (‘murmurador, mordaz, maldiciente’, que escupe veneno por la boca, como el reptil)
Prepotencia o abuso: gorila (en numerosos países americanos, es el policía o militar que no respeta los derechos de los ciudadanos, o el militar golpista; en España, los vigilantes o guardias de seguridad corpulentos que abusan de la fuerza)
Holgazanería: perro (por la costumbre de estar tumbados), zángano (‘vago y holgazán que se aprovecha de lo ajeno’, por alusión al animal que vive de la miel que fabrican las abejas

CONDUCTAS SEXUALES:
Adulterio: los hombres cuya mujer le ha sido infiel reciben nombres de animales con cuernos: cabestro o manso (con las connotaciones de castración, de falta de masculinidad), cabrón, cabrito, novillo, venado, caracol (con la connotación de arrastrado o humillado).
Prostituta: zorra, perra, pájara, gato (Argentina y Uruguay), loba (Venezuela, Nicaragua), bicha (Cuba), penco (Canarias).
Homosexual: Mariposa, yegua (Cuba), pato (en varios países de América), ganso (Cuba), yegua (Cuba), pájaro (Cuba y Rep.Dominicana).
Mujer sexualmente provocadora: loba

La disparidad existente en la consideración o no de determinados animales como insultos o palabras despectivas, se debe en gran medida a la extensión geográfica de la lengua española y a los diferentes sustratos culturales de cada región.
Este artículo queda abierto a las aportaciones y correcciones que los lectores consideren oportunas.
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