google.com, pub-8147523179298923, DIRECT, f08c47fec0942fa0 El rinoceronte, el unicornio y la abada - Lengua española y otras formas de decir

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El rinoceronte, el unicornio y la abada

No se trata del título de una fábula, sino de los nombres que, en español, ha recibido un mismo animal.

Rinoceronte es el nombre común y generalizado actualmente. Significa cuerno en la nariz y es palabra de origen griego que nos ha llegado a través del latín (lat. rhinocĕros; gr. ρινόκερως; de ρίς, ρίνός, nariz, y κέρας, cuerno).

Unicornio es otra palabra que se usó hasta los Siglos de Oro para denominar al rinoceronte. De esta forma, compartió nombre con el animal imaginario que, en forma de caballo presenta un cuerno en mitad de la frente:

“Dios, cuya fortaleza es muy grand, él como unicornio los sacó de Egipto (e qué cosa es rinoceros e unicorinio departido vos lo avemos en las razones del libro Levítico)” (Alfonso X, General Estoria, 1275)
Vnicornis [...] masculino genero vn animal grande y feroz que tiene solamente vn cuerno. [...] E nota que este nombre vnicornis tambien conuiene al rinoceronte pues tiene vn cuerno enla nariz.” (Rodrigo Fernández de Santaella, Vocabulario Eclesiástico, 1499)
“Porque el unicornio, que tiene sobre la nariz un cuerno tan duro como hierro, habiendo de entrar en el desafío con el elefante,...” (Fray Luis de Granada, Introducción del símbolo de la fe, 1583)

Quizá el hecho de compartir nombre llevó a atribuir al cuerno del rinoceronte las mismas virtudes medicinales que se imaginaban para el del animal fabuloso. Hasta la edición de 1817, la RAE no alude claramente al rinoceronte como significado de unicornio: “Los naturalistas dan alguna vez el nombre de unicornio al rinoceronte, que efectivamente no tiene más que un asta y rara vez dos” (DRAE, 1817). Anteriormente la definición era muy vaga, aludía a “animal de un solo cuerno” sin diferenciar lo que podía ser un animal fabuloso de las especies descritas por los naturalistas.
Abada (y su variante bada) es el nombre que vino a sumarse hacia 1581, cuando el gobernador portugués de Java envió a Madrid, como regalos para el rey de España, un elefante y un rinoceronte. En la Corte española se empezó a denominar al rinoceronte abada o bada (con género femenino), como los portugueses, que habían tomado la palabra del malayo badaq. Este nombre, aunque se conserva en el DRAE, es totalmente desusado. Parece ser que llegó a ser una denominación muy popular; pero sólo debió emplearse mientras se mantuvo en la memoria de los hablantes el recuerdo de la presencia de este animal salvaje en el Madrid de la época. A partir de mediados del siglo XVII, el CORDE no ofrece ejemplos de su uso en la Península y solo uno en Filipinas en 1754. (Hoy casi nadie sabe que la calle Abada, cercana a la Puerta del Sol de Madrid, recibe dicho nombre porque fue en ella donde, se supone, que estuvo el animal).

“[En Lisboa] está agora un rinoceronte, que vulgarmente llaman abada” (Gonzalo Argote de Molina, Montería, 1582)
“¡Vive Dios que es lagartija / la que nos pareció abada! (Luis Quiñones de Benavente, El guardainfante, 1645)
“...vn cuerno de bada con un pieçeçillo de plata...” (Gaspar de Fuensalida, Memoria de inventario, 1661)

En 1726, el primer Diccionario de Autoridades definía erróneamente abada como ‘la hembra de rinoceronte’, al confundir el género gramatical de la palabra con el sexo del animal. Fernández de los Ríos debió de rescatar la palabra de este Diccionario, para incluirla en 1875 en su Guía de Madrid:

“Trageron del Brasil unos portugueses en el siglo XVI una abada o rinoceronte hembra”

En 1770, la Real Academia ya define abada como ‘lo mismo que rinoceronte’ y afirma que es una palabra original del portugués, aunque por error se atribuya a las lenguas orientales:

“El nombre de abada le dieron los portugueses a este animal al tiempo de sus conquistas en el Oriente: y como la lengua portuguesa se hizo casi general en los puertos y escalas de la India, los escritores viajeros que oían llamar así al rinoceronte, aun a los mismo naturales, creyeron fuese voz indiana, y dieron motivo a que este error corra impreso en muchos libros de Europa, lo que también ha sucedido con otras voces portuguesas”. (RAE, Diccionario de Autoridades, 1770)

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