google.com, pub-8147523179298923, DIRECT, f08c47fec0942fa0 - Lengua española y otras formas de decir

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Dar calabazas

Dar calabazas a alguien significa frustrar sus expectativas. Se trata de una locución verbal utilizada en el lenguaje coloquial para expresar que alguien es rechazado por la persona a la que pretende conquistar o de la que se pretende un favor o que se suspende a un alumno en un examen. Antiguamente también se dijo echar la calabaza (o las calabazas).
De aquel a quien dan calabazas, se dice que lleva calabazas; aunque, hablando de los estudiantes suspensos, calabaza se ha convertido en un simple sinónimo de ‘suspenso’: lo más habitual es decir que “el alumno trae o saca calabazas”, ‘asignaturas suspendidas’. Es raro oír que un profesor da calabazas, ‘suspende’, a un alumno: podría malinterpretarse, porque la expresión se ha ido especializando en el ámbito de las relaciones personales.

De hecho, el sentido de rechazo amoroso es anterior al de suspenso académico, aunque en el primer Diccionario de la Academia (Autoridades, 1729) solo se recogiera la acepción de suspender y hubiera que esperar a la edición de 1780 para encontrar la de “desechar las mujeres la proposición de algún novio’. A principios del siglo XVI encontramos:
“Asmo que / nunca domingo bailé /que no la sacase a la plaza, / son que una vez la saqué / y echóme la calabaza.” (Torres Naharro, Comedia Aquilana, 1517)
En Covarrubias, dos sentidos metafóricos de “calabaza” apuntan a las relaciones personales. Aunque diferencia la expresión de más calabazas de la de echar a uno calabaza, se puede ver la conexión que existe entre ambas y recurre a un ejemplo, como el de Torres Naharro, en el que la mujer rechaza al hombre:
“Las calabazas sustentan en el agua a los que no saben nadar, que sin ellas se irían a lo hondo. Cuando alguno nos propone alguna cosa desproporcionada, solemos decir, más calabazas, dando a entender, que es disparate, que puede significar cosa de aire de poco momento, y peso. [...] Echar a uno calabaza, es no responderle a lo que pide, como el galán que saca la dama en el festín a bailar, y ella se excusa, dando a entender que es liviano y de poco seso, por querer salga a danzar con él, no siendo o su igual o de su gusto o que le dejó en vacío hecho calabaza.” (Covarrubias, Tesoro de la lengua castellana o española, 1611)
Gonzalo Correas da la clave de por qué echar la calabaza puede ser demostración de no querer ayuda o compañía [amorosa], pero diferencia esa expresión de la de llevar calabazas, que se aplicaría a los malos estudiantes:
Echar la calabaza. Echar las calabazas. (Es decir que ya uno puede sin ayuda hacer algo. Tómase de los que aprenden a nadar, ayudándose de calabazas, y las dejan cuando ya saben nadar sin ellas). [...] Llevar calabazas y espigón al rabo. Por los que no salen aprobados en exámenes de lo que pretenden, o son los traseros; a imitación de las calabazas que atan al rabo a los perros por Antruejo y de las pajas y espigones que ponen los muchachos en la cola a los moscones y los echan a volar.” (Correas, Vocabulario de refranes y frases proverbiales, 1627)
Dar calabazas a quien nos propone algo que no nos interesa o a quien suspende un examen, podría significar que le damos algo que flota, para que lo tome y no se hunda. Pero no hay que olvidar que la calabaza es el símbolo del peregrino, porque servía de recipiente para el agua o el vino, por lo que podría tomarse como que le invitamos a seguir su camino sin nosotros:
“...una mujer, que no tiene pelo de tonta, se enamorisca de cualquier pelagatos, y da calabazas a las personas decentes.” (Galdós, Fortunata y Jacinta, 1885-87)
“Para casarme con tu padre tuve que dar calabazas a un estudiante de minas” (Unamuno, Amor y pedagogía, 1901)
“Besteiro les ha vuelto a dar calabazas a tus amigos los conspiradores.” (Max Aub, La calle de Valverde, 1961)
Para explicar la relación del rechazo amoroso con las calabazas, algunos aluden al carácter antiafrodisíaco que ya se les atribuía en la Grecia Antigua o durante la Edad Media. Es posible que así sea, sobre todo si consideramos que suele contraponerse al melón, que es el símbolo de la fecundidad, la abundancia y el lujo. Pero no puede perderse de vista que, desde la antigüedad, la calabaza simboliza lo falso o de poco valor, porque resulta engañosa: promete mucho por su tamaño, pero defrauda por ser poco densa e insípida.
“Calabaza: Por semejanza, se llama el melón que es insípido y no tiene dulce alguno” (Autoridades, 1729).
“Te juzgué melón y me resultaste calabaza”. (Refrán)
El mismo significado de frustración de los deseos encontramos en la calabaza en que se convierte la carroza de Cenicienta, en la calabaza Ruperta del concurso televisivo “Un, dos, tres... responda otra vez” y en la que obtienen los estudiantes.

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Insultos animales

Los nombres de muchos animales son usados en nuestra lengua como insultos directos, porque apreciamos en ellos características, reales o atribuidas, que son especialmente desagradables cuando se dan en las personas.  
Insultar es un acto de habla: cuando insultamos, no sólo emitimos un enunciado, sino que tratamos de molestar con palabras que se consideran ofensivas.
El nombre de un animal se convierte en insulto hacia alguien, cuando en una situación de conflicto o enfrentamiento, identificamos metafóricamente al animal y a la persona, atribuyéndoles una destacada característica negativa que suele centrarse en los defectos físicos, en la capacidad mental y en el comportamiento de las personas (estupidez, suciedad, agresividad, avaricia, sexualidad, etc.)

Nuestra visión antropocéntrica suele considerar peyorativo compartir con los animales comportamientos o características físicas y acentuemos ese carácter hasta convertirlo en un insulto hacia quien se parece o se comporta como un determinado animal.
Los insultos son una construcción cultural y social, por lo que la elección del nombre de un animal como insulto está condicionada por el conocimiento general que se tiene del animal (suelen elegirse los domésticos y los que pueden encontrarse en el entorno inmediato de la comunidad lingüística) y por las connotaciones peyorativas generales y particulares que atribuimos a cada uno de ellos. Para quien insulta, tiene que representar lo que hay de despreciable en el individuo al que se pretende ofender, y este debe interpretarlo claramente como una ofensa.

El hiperónimo animal ya supone un insulto genérico para quien tiene un comportamiento brutal o más instintivo que racional o que es ignorante o grosero.
La mayoría de los que hemos incluido en la siguiente relación no son insultos originales, sino que están incluidos en el Diccionario de la Real Academia, aunque no siempre vienen  marcados como palabra despectiva o insulto.

A continuación hemos tratado de agrupar los zoónimos insultantes, en función de a qué defecto aludan:

CARACTERÍSTICAS FÍSICAS:
Gordura: Insultos para gordos son ballena, cachalote, foca, hipopótamo, vaca (todos ellos animales que tienen mucha grasa en el cuerpo o son de gran volumen)
Altura: Jirafa es una ‘persona muy alta, sobre todo si también es delgada’)
Pequeñez: La persona muy baja es pulga, chinche o sapo (en Centroamérica y México)
Fealdad: loro o papagayo se refieren a mujeres viejas y feas; arpía se aplica solo a mujeres, especialmente si también son flacas; mono será alguien ‘muy feo o simiesco’. Bicho (Venezuela) y macaco (Bolivia, Chile o Cuba) también son insultos para feos.
Edad: Un dinosaurio es una ‘persona vieja y anticuada’ (por el nombre genérico de animales extinguidos hace millones de años)
Rasgos faciales:; rana o sapo es la persona ‘de boca muy grande o de ojos saltones’; y una morsa es una ‘persona bigotuda’.

NECEDAD, IGNORANCIA O LIMITACIÓN MENTAL:
Merluzo, besugo, atún o percebe (‘torpe, ignorante o necio’, porque los animales marinos están considerados como de poca inteligencia), cernícalo (‘ignorante y rudo, aunque suele ser pacífico e inofensivo’), borrego (‘quien se somete gregariamente a la voluntad ajena’), penco, mula, burro y sus sinónimos asno, borrico, jumento o el genérico bestia (‘bruto, incivil, rudo, de poco entendimiento’), yegua (en América Central), pavo o ganso (‘torpe, incapaz’)

MALDAD:
Persona despreciable o de maldad intrínseca: perro (a pesar de la valoración del animal, se conserva el carácter peyorativo que tenía antiguamente frente al positivo de can), cerdo o puerco, cabrón (‘que actúa con maldad’), rata, sabandija o gusano (vil y despreciable, por la repugnancia que causan los animales pequeños, de cuerpo blando y que se arrastran), arpía (ave fabulosa que resultaba de la combinación de rasgos de mujer y cuerpo de ave de rapiña; por esto se aplica casi exclusivamente a las mujeres malvadas, especialmente si su maldad se dirige a los hombres).
Violencia o crueldad: alimaña (‘persona malvada o de malos sentimientos’, ‘nombre genérico para referirse a los animales perjudiciales para otros que son provechosos’), hiena (‘cruel, de malos instintos’).
Malas intenciones: Pájaro (‘persona astuta que provoca recelo’), bicho (‘persona malvada’), camaleón (‘que cambia de actitud y conducta en provecho propio), cuco (astuto que solo busca su provecho), mosquita muerta (‘hipócrita que aparenta bondad y poco ánimo pero que se vale de cualquier medio para conseguir sus fines’), víbora (porque se arrastra sigilosamente), tiburón (ambicioso sin escrúpulos).

COMPORTAMIENTOS ANTISOCIALES, RIDÍCULOS, O FASTIDIOSOS:
Grosería: Burro y sus sinónimos borrico, jumento, asno; cerdo y sus sinónimos cochino, marrano, puerco, gorrino, guarro, animal de bellota.
Suciedad: cerdo y todos sus sinónimos.
Insociabilidad: erizo (de carácter y trato áspero), búho y hurón (persona huraña), ostra (retraído o misántropo).
Avaricia o codicia: buitre (‘avaro, tacaño, aprovechado’), rata, urraca (por su costumbre de llevarse al nido objetos brillantes), ganso (Ecuador), arpía (‘codicioso’, actualmente en desuso, antiguamente se aplicaba a los usureros).
Servilismo: caracol (‘adulador servil’ porque se arrastra soltando baba)
Cobardía: gallina (‘cobarde, que se asusta con facilidad’, por la fama de asustadiza y medrosa que tiene la gallina)
Que causa fastidio: ladilla (en varios países americanos, ‘persona muy fastidiosa’), chinche (‘porfiador hasta llegar a molestar’, porque este insecto pica y chupa la sangre de su víctima), moscón o moscardón (‘que resulta pesado y molesto en sus pretensiones amorosas’), mosca cojonera (‘persona molesta e impertinente’), ganso (‘que se cree gracioso sin serlo’)
Charlatanería: loro y papagayo (además de aludir a hablar mucho tienen la connotación de repetir las cosas sin reflexionar sobre ellas), cotorra (el nombre del ave es una derivación regresiva de cotorrera, cotarrera, ‘mujer que iba de cotarro en cotarro, hablando mucho y sin demasiado sentido’).
Maledicencia: víbora (‘murmurador, mordaz, maldiciente’, que escupe veneno por la boca, como el reptil)
Prepotencia o abuso: gorila (en numerosos países americanos, es el policía o militar que no respeta los derechos de los ciudadanos, o el militar golpista; en España, los vigilantes o guardias de seguridad corpulentos que abusan de la fuerza)
Holgazanería: perro (por la costumbre de estar tumbados), zángano (‘vago y holgazán que se aprovecha de lo ajeno’, por alusión al animal que vive de la miel que fabrican las abejas

CONDUCTAS SEXUALES:
Adulterio: los hombres cuya mujer le ha sido infiel reciben nombres de animales con cuernos: cabestro o manso (con las connotaciones de castración, de falta de masculinidad), cabrón, cabrito, novillo, venado, caracol (con la connotación de arrastrado o humillado).
Prostituta: zorra, perra, pájara, gato (Argentina y Uruguay), loba (Venezuela, Nicaragua), bicha (Cuba), penco (Canarias).
Homosexual: Mariposa, yegua (Cuba), pato (en varios países de América), ganso (Cuba), yegua (Cuba), pájaro (Cuba y Rep.Dominicana).
Mujer sexualmente provocadora: loba

La disparidad existente en la consideración o no de determinados animales como insultos o palabras despectivas, se debe en gran medida a la extensión geográfica de la lengua española y a los diferentes sustratos culturales de cada región.
Este artículo queda abierto a las aportaciones y correcciones que los lectores consideren oportunas.
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El políglota autodidacta

Políglota y autodidacta son adjetivos que se usan muy frecuentemente como sustantivos. Aunque etimológicamente proceden del griego, han llegado a la lengua española a través del francés; esto explica que, en general, se usen con una sola terminación en -a, (autodidacta y políglota) común para el masculino y el femenino.
Autodidacta significa ‘aprendizaje por sí mismo’ y se refiere a la persona que se instruye sin ayuda de ningún maestro y a todo lo relacionado con ella.
Políglota significa, referido a un texto, ‘escrito en varias lenguas’ y, referido a una persona, ‘que conoce y domina varias lenguas’
Originariamente eran adjetivos de dos terminaciones, de acuerdo con su etimología griega, y aún es posible utilizarlos de esta forma. El masculino de autodidacta es autodidacto o autodidacta. El masculino de políglota es polígloto o políglota (con acentuación llana o esdrújula).

El Diccionario de la Academia considera preferible usar estas palabras con dos terminaciones, pero en el Diccionario Panhispánico de Dudas se reconoce que lo normal es usar las formas en -a también para el masculino.,Algunos lingüistas, como Manuel Seco, critican los masculinos políglota y autodidacta y recomiendan autodidacto y polígloto, al menos en la lengua más culta y cuidada.
El uso de las formas acabadas en -ta para el masculino puede deberse tanto a una ultracorrección que sigue los modelos de otros helenismos en -ta, considerados tradicionalmente masculinos (poeta, atleta, asceta...) como al hecho de que los usos sustantivados se hayan tomado de las formas francesas autodidacte y polyglotte. En francés se han transcrito habitualmente las desinencias griegas -os, -a, -e, -as, es con una -e final, que también es la terminación de femenino en esa lengua; esto facilita el que numerosos galicismos procedentes de palabras con -e final, en español tengan una -a final, aunque no responda a la etimología original. Ejemplos de sustantivos de género común con -a final, por estar tomados del francés, son estratega (del fr. strategue, gr. στρατηγς), hermafrodita (fr. hermaphrodite, gr. Ηρμαφρδιτος), acróbata (fr. acrobate, del gr. κρβατος)

Autodidacta es la forma más habitual del masculino, aunque no es raro encontrar autodidacto, como adjetivo o sustantivo. En el CREA de la Real Academia Española encontramos 31 casos de autodidacto, frente a los aproximadamente 150 masculinos de autodidacta (278 casos, sumando masculinos y femeninos).

En el caso de políglota, la forma terminada en -o prácticamente dejó de usarse desde la primera mitad del siglo XX, y sólo hemos encontrado, en el CREA, tres ejemplos aislados de polígloto, en España, Chile y México.
Creemos que la generalizada pronunciación esdrújula de políglota refuerza la percepción de que se trata de un cultismo, lo que, unido a un mayoritario uso como sustantivo, ha favorecido la ultracorrección y se ha generalizado la forma con -a final. En cambio, la pronunciación llana de autodidacta y un frecuente uso como adjetivo contribuyen a conservar el uso de la forma autodidacto.
La influencia de la acentuación en la preferencia por la forma en -ta o en -to se refleja en el hecho de que existan más ejemplos de la forma poligloto (llana) que de polígloto (esdrújula).

En consonancia con el modelo de autodidacta y políglota, algunos hablantes del español de América, utilizan analfabeta como forma de masculino:
“La elite es alfabeta, el campesino analfabeta y el indígena folk prealfabeta.” (Gonzalo Aguirre, Antropología médica, México, 1986)
No es un fenómeno generalizado. Por otra parte, la existencia del sustantivo alfabeto, un masculino indiscutible, junto con la condena de la Academia, contribuye a frenar el proceso y mantener la oposición analfabeto / analfabeta.

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