google.com, pub-8147523179298923, DIRECT, f08c47fec0942fa0 La espada de Damocles - Lengua española y otras formas de decir

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La espada de Damocles

¿Qué significa la espada de Damocles? ¿Quién fue Damocles?

La espada de Damocles es la ‘amenaza persistente de un peligro’ (DRAE). Por ello “estar bajo la espada de Damocles” significa ‘estar o vivir amenazado’.
La mejor explicación que hemos encontrado es la que hace Fernando de Herrera al comentar el soneto XXIV de Garcilaso de la Vega (“veré colgada de un sutil cabello / la vida del amante embebecido / en error, en engaño adormecido...”):

“Alusión a la historia de Damocles, que alabando la abundancia, riqueza, majestad y señorío del primer Dionisio, y juzgándolo por el más dichoso de todos los hombres, quiso el tirano que hiciese la experiencia de su fortuna. Y mandando que lo sirviesen con toda la grandeza y suntuosidad, regalo y deleite que se podía desear del poder y magnificencia de un rey tan rico y poderoso, donde no faltaban todas las cosas, que halagan y atraen todos los sentidos, para que con el contentamiento del ánimo y la alegría de todo ello no se desease cosa alguna para hacello venturoso, ordenó que estuviese pendiente con la punta baja una aguda espada fuera de la vaina, colgada de una cerda sobre la cabeza del que comía aquellos regalados manjares. Entonces Damocles, despulsado y casi sin sangre con el peligro de la muerte cercana, olvidándose del oro y vasos esculpidos y de los olores y ungüentos y música, y de aquellos harinosos ministros que le servían, y dejando de comer, suplicó a Dionisio que le diese licencia para irse, al cual dijo entonces: Tal es, oh Damocles, mi vida, que tú juzgabas por felicísima. Considera, pues, cómo puedo ser dichoso viendo que de toda mi guarda, de los que están en mi compañía de mis mismos familiares, por todas partes me amenaza la muerte, y nunca dejo de temer.”
La expresión tiene su origen en un episodio recogido por Cicerón en Disputas Tusculanas y repetido por Horacio en sus Odas:
"Para quien ve una espada desenvainada sobre su impía cabeza, los festines de Sicilia, con su refinamiento, no tendrán dulce sabor, y el canto de los pájaros, y los acordes de la cítara, no le devolverán el sueño...” (Horacio: Odas III, 1, vv 17-19)
Aunque en castellano, la legendaria anécdota aparece en numerosos autores antiguos (Cristóbal de Castillejo, Fernando de Herrera , Juan de Arguijo, Lope de Vega...), la expresión “espada de Damocles” sólo se fijó a partir de mediados del siglo XIX y actualmente se ha llegado al abuso y se aplica a cualquier amenaza, por pequeña y leve que sea. Creemos que debería reservarse para aludir a los peligros que amenazan en momentos de especial paz, felicidad o prosperidad.
Sobre todo, hay que evitar *”la espada de Demóstenes”, expresión ridícula fruto de una falsa erudición, error evidenciado ya por Galdós en Memorias de un cortesano de 1815 y más tarde por Antonio Gala en Los buenos días perdidos (1972).
Pedro Antonio de Alarcón (De Madrid a Nápoles, 1861) utilizó la expresión para comparar las torres inclinadas de Bolonia con espadas amenazantes:
“Al encontrarme debajo de ellas, experimento un vértigo y un espanto que no puedo dominar. Paréceme que me amenazan, que se mueven, que se caen sobre mí, que van a aniquilarme. Yo no comprendo como hay quien viva en las casas que se levantan en torno de éstas dos espadas de Damocles”.
Para López Soler (Los bandos de Castilla, 1830) una espada de Damocles es la circunstancia que moldea el carácter de quien es consciente de ella y le ayuda a controlar la arrogancia y la fiereza. Sin embargo, Villalonga alude al origen de la expresión, para negar la conservadora enseñanza moral:

“La espada de Damocles no amenaza sólo a los tiranos: la Humanidad entera vive bajo la angustia del mal, que es necesario, parece, para la salvación eterna.” (Lorenzo Villalonga, Bearn, o la sala de las muñecas, 1956)
Damocles, personaje legendario, ha pasado inmerecidamente a la posteridad gracias a su envidia, fundada en juzgar erróneamente la vida de reyes y tiranos, y sin que ni siquiera la espada fuera suya. ¿No hubiera sido más acertado llamarla “la espada de Dionisio”?
(Imagen: L'épée de Damoclès de Auvray Félix)

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